miércoles, 5 de enero de 2011

¿IDEOLOGÍAS? SÍ, GRACIAS, A PESAR DE TODO

Pues eso, que quiero decir algo más acerca del asunto este de la ideologías.

Porque si las ideologías tienen algún peligro, lo será por la articulación de alguna de ellas, no porque su existencia sea negativa ni nos lleve sin remedio a la eliminación del contrario. De hecho, a muy grandes rasgos, podemos trazar, para la Historia, un camino que nos lleva, desde el caos primigenio, a los mitos, a la religión, al descubrimiento del ser humano como centro de atención, a la elaboración de la razón, a la filosofía, a las ideologías y a su aplicación. Es un resumen brevísimo del desarrollo de la Prehistoria y de la Historia pero creo que bastante cercano a la verdad.

Las primeras culturas siempre nos hablan, bajo una forma u otra, del caos. Ovidio lo recoge, quizás mejor que nadie, en sus Metamorfosis. Los dioses se atreven a ordenar ese caos, siempre a su favor, claro, y dan pie a los mitos para el consuelo del ser humano. Toda la primera parte de la vieja cultura clásica griega se apoya en este esquema. La segunda parte de esta cultura, sobre todo con sus filósofos -cuidado que acaso también dan miedo-, da paso a ese intento de unificación de todo bajo la mirada del dios único. Ahí están las religiones del Libro para dar fe de ello. Y así anduvimos por estos occidentes durante muchos siglos. En algún momento, un grupito de valientes tuvo la osadía de mirarse a sí mismo y de decir aquí estamos nosotros, con un poquito de cabeza y de sentido común, con capacidad para organizar esas ideas y para moldear un sistema de vida. Se pasó entonces de la teología a la filosofía, aunque muy tímidamente, se abrió la ventana de la modernidad (SS XV y XVI) y aparecieron los primeros sistemas que pueden ser llamados realmente filosóficos, y, sobre todo, humanos y humanísticos. Ya tenemos las filosofías en marcha. Solo nos queda dar un pasito más para intentar dar aplicación a esa suma trabada de ideas.

Eso y no otra cosa es una ideología. Y como las ideologías se aplican sobre la realidad, aparecen las formaciones humanas encargadas de ponerlas en práctica, es decir, las formaciones sociales y políticas. Son las diversas concepciones teóricas, es decir, las diversas filosofías e ideologías, las que dan lugar también a la diversidad de organizaciones que podemos describir en nuestras comunidades.

Y ahí andamos, dándole vueltas al asunto, tratando de mejorarlas y de darles aplicaciones más positivas para las sociedades. Que las aplicaciones no son buenas, pues a mejorarlas; que las teorías no están bien construidas, pues a darle al coco y a perfilarlas mejor.

Sucede -porque suceden cosas- que no todas las ideologías miran de la misma forma ni al ser humano ni a las comunidades que forman. Por eso existen muchas y no todas son precisamente iguales. Algunas incluso preconizan “el ocaso de las ideologías”. Y no son más que otra ideología. Cuidado con ellas.

Eliminar esta cadena que tan sucintamente se ha descrito en estas líneas nos devuelve a la noche de los tiempos, al caos informe, a la lucha sin reglas, al instinto y a la victoria del fuerte sin ninguna ventaja para el vencido.

Podremos darles vueltas a todas las concepciones de la vida, a todas las filosofías e ideologías existentes y que vengan más tarde; podremos y deberemos estar atentos a que esas concepciones se adapten a las circunstancias temporales en las que se apliquen, tendremos que denunciar en voz muy alta todos sus abusos. Pero creo que no podremos nunca sustituirlas por otras posibilidades que no anuncian más que desequilibrios e injusticias impensables.

Ayer leíamos textos en homenaje a Miguel Hernández. Alguien pidió la lectura de su poema “Para la libertad”. Qué palabra tan atractiva y también tan dualista. Tengo la misma sospecha que para las ideologías. Hay que tener cuidado con delimitar las condiciones en las que realmente se puede hacer real ese concepto, y ahí discreparemos. Pero no podemos eliminar el horizonte de su significado sin caer en pozos bastante más oscuros y enfangados.

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