sábado, 1 de enero de 2011

BALANCE

Yo no sé hacer balances porque no sé de cuentas
-o ejerzo de ignorante, que parece lo mismo-,
quiero decir de cuentas que ofrecen beneficios,
que invierten y reparten dividendos.

Sé que en el giro circular que ocupa un año
ha calentado el sol y han pasado los días,
se han cerrado las noches y abierto las auroras,
ha habido días fríos y tardes de paseo y de alimento,
he buscado con ansia
-y a veces con algún desasosiego-
el regalo secreto de la sabiduría,
dejé de andar sujeto al son irrenunciable de las horas,
vi crecer otras vidas y olvidar el recuerdo de otras muchas,
seguí sintiendo amor y apoyo estable
en quien me lo ha ofrecido tanto tiempo
y tuve la certeza de que el fruto sabroso y sazonado
del árbol delicioso de la sabiduría
sigue siendo el que indica en su etiqueta
“querer y ser querido”, sin más, pero sin menos.

Me esforcé muchos días en este noble empeño
de jugar dulces juegos con ideas y palabras,
me hice un año más viejo -perdonad por lo obvio-
y sigo aquí en el puesto para poder contarlo.

En fin, ya veis, no es poco, para el tiempo que corre.

Así que miraré al horizonte en dos mil once
y seguiré contando lo que depare el tiempo,
ese tiempo sin causa que me habita
con límites difusos y con espacios lentos.

Bal-ada bal-anceándose en tenues bal-buceos,
An-áfora en an-tigua an-alogía,
Ce-lebración ce-leste ce-cuciente.

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