lunes, 28 de febrero de 2011

ME ASUSTA LA INTENCIÓN DE DEFINIRTE

Me asusta la intención de definirte
con las reglas de lógica aprendida
en clases de inducción y deducción:
el canon de belleza, las medidas
que exigen recias dietas, o esas modas
que ordenan la salud,
todo es orden, escala, raciocinio,
licencia para ahogar la identidad.

Cada vez que resuelvo un silogismo
en el que las premisas
definen al detalle tus medidas,
te me disuelves, como sal en agua,
como pez que se escurre y se va al mar.
Ya no eres tú con ese pelo al viento,
ni son tus desengaños a las tres,
no es tu tarde, mi tarde, nuestra tarde,
es la tarde sin más, conceptual.

Quiero sentirte cerca, conocerte,
imaginar que pesa tu presencia,
en segunda persona, singular,
comerte y saborearte hasta el delirio,
arrebatarle al árbol de la ciencia
todo el fruto sabroso que madura
sin esperar el plazo que ordenan al unísono
las reglas y las pautas de la naturaleza.

Me he roto el corazón
en lucha cuerpo a cuerpo hasta la muerte
con lo que me dictaba la razón.
No fue la paz posible, la tragedia
tuvo su sitio exacto en esa lucha eterna
en la que nunca supe
cómo hacerte más cierta y cómo hacerme
más fiel a mis deseos,
de ser más hasta siempre en mi conciencia,
buscándote en mí mismo y absorbiéndote,
con el placer de ser los dos el mar.

domingo, 27 de febrero de 2011

FE, ESPERANZA Y...

FE, ESPERANZA Y…

Necesito dar cauce a mis creencias
y no lo puedo hacer sin la esperanza,
que recuerde y oriente mi existencia,
única plenitud que en mí descansa.

Yo no puedo asentar mis ocurrencias
en un pasado lleno de bonanzas,
pues el pasado solo se recuerda
y habita en el futuro la templanza.

Indago en el misterio del presente
y busco en el amor cualquier pretexto
que aclare el porvenir de mi existencia.

Solo el amor resulta ya evidente
placer y con gran gusto le consiento
que endulce la embriaguez de mi inocencia.

viernes, 25 de febrero de 2011

HOY SE (NOS) HABLA UNAMUNO

Y qué bien se habla. Porque se habla todo para sí; y el que quiera seguirle que le siga. Merece mucho la pena. Hoy voy a dar de nuevo la voz a uno de mis autores preferidos, el provocador universal, el atrevido, el desconcertante, el vitalista, el egotista, el prestidigitador, el… MIGUEL DE UNAMUNO. Me provoca tanto, que vuelvo a sus escritos sin fin determinado, solo siguiendo el impulso más inmediato. Tal vez porque sé que puedo regañarle, entablar discusión, decir que es de los grandes, acusarle de estrafalario, sentir que a veces no es más que un niño travieso, gritarle que se asome a otros espacios, sentir cómo se le va la vida en cada palabra…

Que sea él mismo el que hable: “El amor espiritual a sí mismo, la compasión que uno cobra para consigo, podrá acaso llamarse egotismo; pero es lo más opuesto que hay al egoísmo vulgar. Porque de este amor o compasión a ti mismo, de esta intensa desesperación, porque así como antes de nacer no fuiste, así tampoco después de morir serás, pasas a compadecer, esto es, a amar a todos tus semejantes y hermanos en aparencialidad, miserables sombras que desfilan de su nada a su nada, chispas de conciencia que brillan un momento en las infinitas y eternas tinieblas. Y de los demás hombres, tus semejantes, pasando por los que más semejantes te son, por tus convivientes, vas a compadecer a todos los que viven y hasta a lo que acaso no vive pero existe. Aquella lejana estrella que brilla allí arriba durante la noche se apagará algún día y se hará polvo, y dejará de brillar y de existir. Y, como ella, el cielo todo estrellado. ¡Pobre cielo!

Y si doloroso es tener que dejar de ser un día, más doloroso sería acaso seguir siendo siempre uno mismo, y no más que uno mismo, sin poder ser a la vez otro, sin poder ser a la vez todo lo demás, sin poder serlo todo.

Si miras al universo lo más cerca y lo más dentro que puedes mirarlo, que es en ti mismo; si sientes y no ya solo contemplas las cosas todas en tu conciencia, donde todas ellas han dejado su dolorosa huella, llegarás al hondón del tedio de la existencia, al pozo de vanidad de vanidades. Y así es como llegarás a compadecerlo todo, al amor universal.

Para amarlo todo, para comprenderlo todo, humano y extrahumano, viviente y no viviente, es menester que lo sientas todo dentro de ti mismo, que lo personalices todo. Porque el amor personaliza todo cuanto ama, todo cuanto compadece. Solo compadecemos, es decir, amamos, lo que nos es semejante y en cuanto nos lo es y tanto más cuanto más se nos asemeja, y así crece nuestra compasión, y con ella nuestro amor a las cosas a medida que descubrimos las semejanzas que con nosotros tienen. O más bien es el amor mismo, que de suyo tiende a crecer, el que nos revela las semejanzas esas. Si llego a compadecer y amar a la pobre estrella que desaparecerá del cielo un día, es porque el amor, la compasión, me hace sentir en ella una conciencia, más o menos oscura, que la hace sufrir por no ser más que estrella y por tener que dejarlo de ser un día, Pues toda conciencia lo es de muerte y de dolor.

Conciencia, conscientia, es conocimiento participado, es consentimiento, y con-sentir es com-padecer.” De “El Sentimiento Trágico de la Vida”.

¿Es esto amor o es egoísmo? Qué fantástico es eso de igualar amor con compasión. También com-padecer es padecer en común. Y el padecimiento más “comunitario”, por universal, nos lleva a la conciencia universal a la que aspira Unamuno y que identifica con la idea del Dios. Por eso afirma que cada ser crea a Dios en su conciencia y en su com-padecimiento. Es ahí donde encuentra cauce para sus ansias de eternidad, de persistirse después de la muerte, de perdurarse y de superar la lucha a muerte entre la razón (aniquiladora y temporal) y el sentimiento (universalizador y aspirante a la eternidad. Es, claro, su Sentimiento Trágico de la Vida.

Este don Miguel de Unamuno y Jugo…

Que me voy al Buen Pastor. Allí la realidad física y cotidiana no sé si le da toda la razón al pensador vasco. Voy a ver.

jueves, 24 de febrero de 2011

HOY PUSE FECHA A UN CICLO EN SU PRESENCIA

Era una flor de pruno y se asomaba
dejando atrás los sueños imposibles
de las noches de invierno en que se escriben
rumores de la muerte y de la nada.

Te has mostrado a la luz, algo asustada,
te has sentido vital, reconocible
en tus pétalos blancos, que te exigen
con urgencia tenaz lucir al alba.

Hoy te he visto en el parque, en un paseo
que ya no será nunca solitario,
pues me has de acompañar en mis deseos,

en ese sentimiento que, a diario,
han de anegar tus luces, que me acercan
a otro milagro de la primavera.

Prunos, mimosas, flores del almendro,
y siempre tu ramita de romero.

miércoles, 23 de febrero de 2011

OTRA VEZ EL 23 F

Resulta casi imposible sustraerse al impulso de escribir algunas palabras acerca del trigésimo aniversario del 23F. Los medios de comunicación lo pueden todo y nos empujan hacia donde quieren.

Es fecha esta redonda para volver la vista atrás y, sobre todo, para empujar hacia adelante a todos aquellos que, por biología o por olvido, puedan dejarse en demasía y no aprender lo que significó y sigue significando aquel hecho.

Tengo la impresión de haber escrito en otras ocasiones acerca de este bodrio. Mis opiniones no han cambiado y no tengo tampoco demasiado interés en hacer mención de gente tan imbécil. Tampoco me apetece que de nuevo se escriba la Historia con trazos muy torcidos, y creo que se está haciendo así. Me parece que lo que realmente fue el intento de golpe fue trama de poca gente. Otro asunto es el análisis del contexto en el que se produjo y de los preparativos en los que uno ve manos y sospechas por todas partes y en los mismos sectores de siempre.

Hoy veía la reunión de los diputados de entonces en el Congreso y el reportaje los exaltaba como si hubieran sido héroes. Pobrecillos; salvo unos pocos, todos hicieron lo que las pistolas y el miedo les iban dictando, nada más que eso, y no fue poco. Si fueron héroes, lo fueron por obligación, y, de esa manera, conozco yo a pocos que merezcan el calificativo de héroes. Es verdad que ellos representaban la soberanía popular y que, con ellos, se secuestraba a todo el pueblo y sus libertades, pero poquita cosa que contar en el nivel particular, salvo honrosísimos casos.

Muy importante me sigue pareciendo la función que desempeñaron (cualquier imbécil diría aquí el papel que jugaron) algunos medios de comunicación -he dicho algunos-, e incluso concretaría más, algunos aparatos de comunicación.

Honra y honor casi sin límites a la Junta de Secretarios de Estado y de Subsecretarios que estuvieron al pie del cañón.

No me gustan las celebraciones desde la ampulosidad ni desde la apariencia de que casi cada uno salvó la democracia. Es ese juego tan generalizado según el cual casi cada uno de nosotros, ante una acción del pasado, se considera protagonista casi único.

Por mi parte, conservo el recuerdo de la incertidumbre, de cierto miedo, de la conciencia de la imposibilidad para hacer nada, de la espera tensa y de la distensión en el momento en el que el Rey pronunció aquel breve discurso. La noche, desde aquel momento, fue larga pero menos tensa.

¿Qué podía hacer una persona normal en un sitio escondido como el de esta ciudad estrecha? Sencillamente nada, o casi nada.

Y, por encima de todo, la certeza temprana, casi inmediata de la imbecilidad que dominaba a los asaltantes. Siniestros, crueles, payasos, analfabetos, groseros, cobardes. ¿Qué se podía esperar de semejante gentuza? Si no articulaban bien ni cuatro palabras seguidas. Pobrecillos. Salvadores de la nada, analfabetos torpes, palurdos, zotes…

Ya sé que hoy es sencillo encadenar improperios contra ellos. Lo que repito es que yo tuve esa sensación desde el primer momento, exactamente esa. Y, coño, remedaré las palabras de un viejo poema de Comendador: “Como dice mi padre, / se hacen las cosas bien / o no se hacen.” Bobos, más que bobos, necios, alelados, idiotas, memos, zopencos, tarugos, pazguatos, ignorantes, imbéciles, palurdos, obtusos, majaderos, burros, vacuos, bobalicones, zoquetes, estúpidos, babancas, simplones, mamelucos, soplapollas, bodoques, badulaques…

Este país se merecía otra cosa y no vuestros cojones desasnados, cachos de carne con pistolas.

Lo mejor es que la cosa fue tan burda, que nos dejó curados de espanto para una larga temporada.

lunes, 21 de febrero de 2011

EN UNA SOLEDAD ESTRATIGRÁFICA

Hay una piel de piedra y de palomas
que guarda entre sus poros mi memoria,
y un musgo que adormece dulcemente
el residuo ya gris de mi palabra.

No es fácil ver su cara, ni siquiera sus ecos.
Todo se va quedando
en una soledad estratigráfica
que pronto será pasto del olvido,
del reino del silencio. Los geólogos
dirán tal vez que un día
de no hace mucho tiempo
hubo pisadas y señales torpes
por las frías baldosas de los claustros
donde anduve rondando con mis dudas,
que alguna vez incluso se iniciaron
conatos de ilusión, que tal vez otras
mañanas se cubrieron de altas brumas
y rindieron sus fuerzas
a manos y caprichos de la monotonía;
acaso algún estudio
descubra otros detalles escondidos
que harán sentir pudor a mi memoria.

Hoy, final de febrero, dos mil once,
percibo en mis oídos aún los ecos
blandos de aquellos días
de no hace apenas tiempo.
Pero es solo murmullo que quisiera
volverse griterío, escándalo, clamor,
patio que se desborda
para seguir tejiendo lo hermoso de la vida.

Es el tiempo un sujeto variable
que a su antojo arruina las cosechas
y devora los frutos.
Hoy quiero solamente recordarme
-recordaros tan solo
si miráis cara a cara las paredes-
que el musgo y las palomas,
los claustros, las paredes, las columnas
también dejarán huella de vosotros
muy cerca de la mía y la de muchos
que pasaron, sintieron, convivieron,
“y en un día como tantos…”

domingo, 20 de febrero de 2011

LA PÁGINA ESTÁ EN BLANCO

He asistido esta mañana a la Junta Anual Ordinaria en el Buen Pastor. Es el primer acto “oficial” al que acudo en esta nueva etapa de colaboración, o de voluntariado o de no sé muy bien cómo llamarla. Seguro que este asunto va a condicionar mi actividad diaria bastante durante un largo período.

Tengo que reconocer que algo me asusta. No por el trabajo pero sí por lo desconocido y porque la constancia no es mi principal virtud. Por eso me apura mirar hacia el futuro y acotar nada menos que dos años. Lo demás todo encaja y estimula. Los que ya llevan tiempo dicen que engancha.

Uno se acerca al Centro y lo que ve es un conjunto de caras en positivo, dispuestas a ayudar, sin la espada pendiente ni de la legalidad ni del beneficio propio, sin mirar hacia uno mismo sino a todo lo que le rodea, sin buscar diferencias sino con el ánimo de limar desigualdades y provocar la ayuda, con el propósito, en fin, de hacer la vida un poco más agradable a un grupo de personas que no están precisamente entre aquellas que gozan de mejores condiciones de vida, ni en lo económico ni muchas veces, ay, en lo anímico.

Negarse a abrir la mano en estas condiciones no es posible, es un imperativo moral decir aquí está lo que sea porque la razón resulta apabullante, hasta tal punto que se gana para el corazón cualquier reflexión.

Es cierto que enseguida se pueden ver capacidades distintas, tiempos y agilidades diferentes, disponibilidades desiguales… Pero todo lo iguala la buena voluntad y el convencimiento personal de que no se puede dejar todo a las posibilidades individualizadas de cada ser humano. Son tan diferentes, que no hay otro remedio que empujar para intentar igualar un poco tanto desnivel.

Resulta de sumo interés analizar cuáles pueden ser los impulsos que llevan a cada uno a dejarse allí muchas horas sin ninguna recompensa económica. La reflexión, por supuesto, se puede extender a todas las actividades similares. Es un buena forma de entender por qué, a pesar de todo, el mundo sigue ahí y hasta se mueve, incluso por qué merece la pena vivirlo.

Porque no hay actividades de este tipo que se puedan mantener durante mucho tiempo sin una escala de valores que las sustenten. Tal vez cierto tipo de ideología, acaso cualquier impregnación religiosa, quizás alguna tradición familiar… Quién sabe.

Tampoco es mala cosa situar en su sitio el valor de la justicia y el de la caridad. Que no es moco de pavo darle vueltas al asunto. Aquí lo tengo un poquito más claro: solo la caridad cuando falla la justicia; es así que falla muchas veces la justicia, luego…

Las instituciones de este tipo tradicionalmente han estado ligadas directa o indirectamente a referentes eclesiásticos. También esta, que conserva como figura en la Junta al párroco de la iglesia más próxima, por más que es bien seguro que es un poco hija de todos los que habitan esta ciudad estrecha (también el alcalde forma parte de quienes la presiden). Es verdad que a la Casa acuden y prestan sus servicios en ella personas de todo tipo, pero tengo que confesar que he visto muchas caras de las de misa y cofradía, para entendernos. Algo habrá que decir ante estos datos, sobre todo a los que, como yo, no pertenecen precisamente a esos ambientes.

En fin, son tantas cosas… Espero conocer bien a la gente que entrega sus días últimos a esa vida reglada en manos de otras manos cooperantes. Hay tanto que aprender. Y tal vez que pensar. Y que escribir.

La página está en blanco y el lápiz afilado.

jueves, 17 de febrero de 2011

TU PIEL GUARDA LA EDAD DE MI MEMORIA

TU PIEL GUARDA LA EDAD DE MI MEMORIA

Hoy dejaré la luz rozando los espejos
azules de los restos de tus días.
Tu piel guarda la edad de mi memoria
pues no hay ninguna página
que se haya escrito nunca en mi cuaderno
sin la mezcla de estilos que atesora
la paleta cubierta de tus colores densos.

Voy fundiendo versiones
de una diversa y fiel fotografía,
en un flash-back sereno y demorado
en el que, con la cruel certeza
de la continuidad,
te despojo del tiempo y te voy renovando
hasta verte en el punto de salida
de un azar luminoso que dio cauce
a un imprevisto alegre y misterioso
de algo que nace, crece y se sucede
sencillamente porque así es la vida.

Hay como un simple y feliz asentimiento
después de contemplar lo que se ha ido tejiendo
con el paso rendido de los días,
con la impresión serena de esa contemplación,
con la luz y las sombras que han compartido todo.

Si te hubieras marchado de la presencia
limpia de mis manos,
bien hubiera sabido dibujar tus rasgos
para dar con tus huesos
cuarenta años más tarde
en cualquier recoveco del camino,
en cualquier rueda imbécil de reconocimiento:
quedó tan bien grabada tu secuencia
de rasgos y de horas desde el primer instante…

Y fundo las secuencias, las imágenes,
en un juego imposible de muñecas rusas…,
y las abro y las cierro tantas veces…

Te me has dado sin precio,
profesando con votos de por vida,
en un paisaje eterno y florecido
que va tomando forma según las estaciones
pero que guarda el eco y las semillas
de las primeras plantas,
de los arbustos jóvenes, del árbol
que sigue dando sombra
cuando el calor aprieta
o el frío nos convoca a sus raíces
para entender que, más allá de ellas,
mi memoria se pierde y se hace nada;
acaso porque el tiempo, mi tiempo
tiene principio y fin en tu mirada.

UN DÍA DIVERSO Y DESIGUAL

Empecé el día con la rutina de mis lecturas y mis revisiones inglesas, que me tienen un día derecho y otro un poco torcido. Estaba solo y a la espera de lo que me dictaran desde Salamanca donde Nena estaba con su padre.

A media mañana me llamó Pepe con la intención de enseñarme la Residencia del Buen Pastor, lugar que voy a conocer al detalle desde la semana que viene pues voy a ayudar durante los dos próximos años en la Junta que tanto bien realiza con la gente anciana en Béjar. Vamos, casi como el otro, siguiendo la carrera política: eso decía uno hace escasos días.

Paulino es un anciano octogenario que ve muy poco; es residente y lo alcancé a pocos metros de la puerta de la Residencia. No me conocía: “Apenas veo”. Cuando le repetí mi nombre y le dije que iba a estar con él durante bastante tiempo, se alegró mucho y parece que le entraron ganas de andar más deprisa. Se le soltó la lengua y empezó a contarme cosas acerca de la vida en la Residencia. Le corté porque hoy no era el día. Ya tendremos tiempo de hacerlo con calma y con sosiego.

Cuando visitaba las dependencias, me llamó Nena para transmitirme buenas noticias: su padre tenía el alta y tenía que ir a buscarlo. En realidad, para ella y los cuidados que le dispensa viene a ser lo mismo pues le dedica tanto tiempo aquí como en Salamanca, pero para todos, empezando por su padre, todo es así un poco más sencillo.

La lluvia, la nieve y el aire me acompañaron en mi viaje a la ciudad. Pero no me pusieron de peor humor que la radio. Empecé escuchando una tertulia en la que durante veinte minutos los invitados se empeñaban en demostrar que una puerta de entrada a un local estaba mal situada. Estoy seguro de que tienen un poquito más de capacidad de la que demostraban en ese momento, pero aquello no superaba un mal marujeo en un serano cualquiera. Seguí oyendo algún anuncio fantástico en el que, para promocionar una tienda, se decía que poseía “todo tipo de aparatología”. Voy a repetir: a-pa-ra-to-lo-gí-a. Y la locutora lorita lo decía con un entusiasmo casi pegajoso. ¿Qué será eso de aparatología? ¿Tendrán escuela filosófica para entender la esencia y los usos de los aparatos en la escala de valores de la actual sociedad? ¿Se tratará de alguna sociedad secreta? ¿De qué tipo de aparatos hablarán? Maravilloso todo.

La ciudad me acogió con lluvia y con frío. Supongo que no pasaría por los locales de la dichosa aparatología pues tendría que haberlo notado y aquello me tendría que haber olido a ciencia pura. Me esperaban Nena, Juan Pablo y Ángel. No paramos nada, salvo los minutos necesarios para acercar a Juan Pablo hasta su casa.

Con Nena dormida y Ángel semiinconsciente y adormilado también, regresé hacia Béjar para hundirme en la tarde y levantar un poco el vuelo en mis clases de la UNED. Y el cielo llorando como un mamarracho al que se le marcharan todas sus fuerzas por los ojos. Y más nieve a última hora, como si no estuviéramos ya ahítos de frío y de colores grises y blancos ratoneros.

Después algo de lectura y un poco de internet. Y un regalo hermoso en forma de libro digital que aún no he podido abrir por mi escasa capacidad en cuanto me sacan de mis caminitos digitales más hollados y sencillos. Pero tengo que ir al libro en cuanto pueda porque espero buenas cosas: es una novela de un amigo que me ha pasado antes de que se publique. Veremos.

Así que fue un día diverso y desigual. Casi como todos los demás. Con otros altibajos no esperados pero no demasiado especiales. Como la vida misma.

martes, 15 de febrero de 2011

UN ÓRGANO EFECTIVO

Y si de ética social se trata y ya teníamos base en los Derechos Humanos, ¿no podemos intentar un órgano efectivo que imponga en todas partes su cumplimiento? Y uno mira a la ONU y se derrumba por su ineficacia, por su falta de actividad y por la escasa atención que le prestan las comunidades inferiores, o sea, los Estados. Pero mira uno a su alrededor y el panorama se le vuelve aún más sombrío.

La ONU es la traslación menos ridícula que el hombre ha imaginado para hacer el traslado de las religiones hasta el muñeco jurídico y ético visible pero erigido por el hombre. Cualquier religión se funda en un intento de dar cabida universal a unos principios que modulan y encauzan la vida de los seres humanos. Y todas las religiones (las monoteístas con más claridad) aspiran a que todos los seres de todos los espacios y de todos los tiempos caminen por ese sendero.

En algún momento el ser humano se cansó e intentó por su cuenta liberarse, zafarse de las normas siempre impuestas e interpretadas por sátrapas al uso, y pasar a la acción de organizar un código de voluntad moral. Ahora no bajó Moisés del monte con las tablas de la ley; ahora fueron los razonamientos humanos los que elevaron al monte sus preceptos e hicieron saber a todos que esos nuevos códigos ya no venían de lejos sino que eran producto del sentido común y de la mejor voluntad de los seres humanos, de todos y de todos los tiempos.

De su descripción se infiere que hay mucho de generalidad, de escasa concreción, de muchas excepciones y de apuntar al blanco dando de refilón al muñeco; y, sobre todo, hay mucho de interpretación subjetiva y de incumplimiento cuando los tribunales sancionan a los fuertes.

Todo, todo eso es cierto. Pero es también muy cierto que ya se puede andar entre sus líneas, protestar a quien dice ser garante de su eficacia, ver el rostro de todos y no andar en imágenes de dioses escondidos y de sátrapas difusos y orlados de sagrado que imponen las sentencias con argumentos que poco tienen que ver con la razón humana. Existen tribunales, con muchas deficiencias, pero existen; se cambian y se amplían esos códigos básicos por consenso y no por imposiciones llegadas de ninguna parte; se hacen visibles el origen y el objeto del derecho y, en definitiva, se humaniza la vida, con todas sus miserias y con todos sus logros.

Quién diría tales cosas tan solo hace unos decenios. Ya sé que es para reírse si se miran los grados de cumplimiento y se mide la distancia entre la teoría y la realización práctica. Pero vuelvo a decir que aquí se puede protestar e intentar que alguien te oiga, ser sujeto de pleno derecho y no un advenedizo tocado por la gracia o por la fe, que no te corresponde sino como regalo. Aquí ya no hay regalos, pues estos son derechos de todos y para todo el mundo: somos hombre y basta.

Bien sé que estoy hablando de conceptos naturales y demasiado extensos, que esto hay que concretarlo en el andar diario, que todo se hace cierto en pequeñas acciones que pueblan nuestros días y que nos hacen seres de una bondad o de otra. Pero sigo pensando que hay que tener presentes algunas de estas guías que alumbren nuestros pasos. Tampoco son extensos ni en número ni en explicación. Acaso se reducen -otra vez- al sentido común y a esas gotas de buena voluntad, tan valiosas cuando la razón se torna débil y se agota siguiendo los principios.

Y siempre viendo al hombre, a cualquier hombre, viviendo con los otros, soportándonos todos sabiendo que hay refugios que aseguran nuestra supervivencia; o sea, defender a todos, para que sobreviva cada uno en su refugio y en sus particularidades.

Tampoco es para tanto… Pero es tan necesario…

lunes, 14 de febrero de 2011

CON FLORES A MARÍA

Me da miedo que el miedo
condene mis impulsos a cien años de cárcel
y a dormir largo tiempo el sueño de los justos.
Me asusta que la vida me dé sustos
y me sacuda el tiempo de sembrar
la cosecha que transforme el futuro.
No quiero ni pensar que no hay cuidado
que cuide de mi mismo y me acobarda
sospechar que mis manos
no amenazan al viento para decirle basta.

Sé que este apocamiento
que me encoge y me lleva de la mano
hasta el refugio dulce de tus labios,
hasta la masa blanda de tus senos,
no es solo una pasión
que anule la potencia de otros brazos;
es también un contraste luminoso
entre la faz oscura y la zozobra
de esa imagen externa que me llega
desde cualquier esquina
y la quietud hermosa de todo
lo que tú me regalas
para fundar las horas y los días,
para crear sin miedo y ver la vida
sin recelos que agiten
mi incierta voluntad y mi memoria;
como si fuera alegre en una barca
que luce en proa y en popa
este frontis: “Querer y ser querido”.

Sé que puedes pensar
que este amor es amor interesado.
Tal vez tengas razón y no lo niego.
¿Es el amor acaso una mentira,
un imposible agitador de miedos,
un refugio seguro y egoísta
desde donde mirar con menos sobresalto
la progresión del cauce de la vida?

Ya ves que hoy no está el horno para bollos,
que no me como el mundo
ni te ofrezco los reinos de la luna.
Hoy ando más prosaico,
más como a ras de tierra, suplicante
tan solo de un refugio
que -no lo dudes- compartiré contigo
si ves también que todo
se te muestra borroso
y te animas a cerrarle las puertas
a toda la invasión de enfrentamientos,
de luchas, de porfías,
para quedarte solo con la pobre certeza
de que aquí hay una mano
y unos ojos dispuestos
para sentir la fuerza del relámpago,
que luce, pasa y muere
dejándonos ahítos
de ansiedad y de gozo.

domingo, 13 de febrero de 2011

LA CASA POR EL TEJADO

A pesar de que estamos en plena crisis del ladrillo, seguro que sigue vigente el principio de que los edificios no se empiezan por el tejado sino por los cimientos. Esto lo podemos firmar todos, incluso yo desde mi corta capacidad y a pesar de que nunca he tenido mentalidad de constructor.

Hace ya mucho tiempo que me enseñaron también que las cosas tienen un sentido literal y un sentido metafórico. Así que a hacer conjeturas toca. Y me enseñaron también que hay que actuar por analogía, es decir, que tenemos que aplicar los mismos criterios a situaciones similares. Creo que hasta lo entendí. Es más, nunca me he creído muy listo por haberlo entendido ni por tratar de aplicarlo de vez en cuando.

De modo que, ya que no tengo vocación de constructor -mira que me habría forrado en años pasados con el asunto del ladrillo-, acaso habrá que interpretar que me estoy refiriendo a alguna otra situación parecida.

Porque en los edificios hay unas estructuras que soportan el peso y el volumen de toda la construcción y las vigas son fundamentales, pero también valen las paredes y hasta el más insignificante puñado de cemento. Cuando el constructor planea un edificio, seguro que piensa en el terreno, en las bases, en las vigas, en el tipo de ladrillos, en la clase de cemento y en todo aquello que, unido, conforma una estructura sólida y duradera.

Pues hay veces en las que, de todo el edificio, lo que se enseña es el tejado y solo el tejado. A veces llegan los aires y el tejado se tambalea y quiere apoyarse en los demás elementos de la construcción. Como estos no han sido avisados, no están preparados para soportar el vendaval y no saben ni cómo tienen que colocarse para que no se venga abajo todo. A veces -ya se sabe, a veces-, el tejado amenaza con venirse encima de los cimientos si no se siente sostenido y en palmitas. Los cimientos se asustan, se ven sorprendidos, sin tiempo y sin espacio para reaccionar, y, a pesar de no haber sido tenidos en cuenta, terminan dando gracias al tejado, pidiéndole disculpas y ofreciéndole sin tasa sus servicios. A veces -ya se sabe, a veces- el tejado los bendice, les perdona la vida y sigue allá en lo alto, solitario, velando por la vida de sus vigas y de su cemento. También a veces, sospechosamente, encuentra la defensa de cualquier otro saliente que lo apoya y lo ensalza como mejor propagandista y anunciante del conjunto y como salvador del naufragio. No hay más que alzar la vista para entender que existen otros edificios próximos y que también juegan a juegos imposibles.

Los edificios se acaban y se estrenan y en los primeros tiempos de su uso todo parece bueno y saludable. Por desgracia, no todos los inmuebles se muestran consistentes ni duran lo esperado.

En fin, así es la vida, se renueva, se cae y se levanta, se derrumba un inmueble y se edifica otro. No deberían hacerse todos con la misma rutina ni apariencia. NO.

SE NECESITA UNA ÉTICA COMÚN

Parece evidente que hemos superado las etapas de código moral único, que cada sociedad, y cada individuo dentro de cada sociedad, desarrolla un comportamiento en parte diferente del de los demás componentes. Quizás solo nos quede una conciencia indirecta y débil de las épocas en las que todo se hacía dependiente de una fuerza centrífuga superior que, como una luz potente, expandía rayos y recogía a su vez y absorbía, en fuerza centrípeta, todo lo que de luminoso se pudiera producir. Da la feliz impresión de que hasta en los países de confesión musulmana se está produciendo ahora mismo el estallido colectivo que demuestra esta evidencia. En Occidente, a la conformación de este fenómeno de fragmentación es a lo que realmente llamamos Posmodernismo.

Esta falta de unidad moral, visible, por otra parte, en cualquier otra comunidad más próxima y pequeña (familia, amigos…) ha dado lugar a una variedad casi infinita y a la dificultad de encontrar puntos de encuentro en la selva de posibilidades. Cada día se extiende más el campo de las variables que tenemos que ver, consentir y permitir, cuando no aplaudir, en nuestras relaciones.

Como la multiplicación de las variantes no puede perderse en el horizonte y multiplicarse hasta el infinito del relativismo moral, cabe preguntarse si no es realmente posible encontrar algunos puntos básicos en los que ponernos de acuerdo y que tengamos que respetar todos.

Cada día se antoja una tarea más difícil. Pero la dificultad no exige el rendimiento. Más bien parece necesario de todo punto alcanzar ese decálogo, pentálogo o tetrálogo que nos permita sencillamente sobrevivir, tener una hoja de ruta y saber en qué estación del camino nos encontramos cuando entablamos una relación, sencilla o compleja, con cualquier semejante. Además, tal vez se pueda asegurar que, sin esos elementos de ética y moral mínimos, la pluralidad realmente ni existe ni se puede practicar pues en lo que realmente nos sumergimos es en una suma caótica de morales individuales exclusivas y excluyentes. Eso nos llevaría sin remedio al caos y a la ley del más fuerte como expresión de un individualismo mal entendido.

Para la supervivencia de todos, para que no se imponga porque sí la ley del más fuerte, para que podamos avanzar en la dignificación del ser humano, necesitamos urgentemente la señalización de algún decálogo e imposición universal.

Seguramente nuestra imaginación se vaya instintivamente al decálogo de lo que llamamos Derechos Humanos. No está mal. Significaría que alguna formulación ya está cumplida. Pero deberíamos inmediatamente al menos exigir su cumplimiento. Y no olvidar que ese catálogo se ha ido no restringiendo, sino ampliando con el tiempo, como muestra de la sensación de que, en realidad, todo lo que no signifique igualdad de oportunidades se pierde en la confusión y en la injusticia.

Habría, pues, que tener mucho cuidado con la reclamación de los derechos individuales si no se entienden como derechos de todos los individuos de una comunidad, aunque sea en aplicación personalizada. Asistimos cada día a esa exigencia por parte de los más poderosos, por parte de aquellos que más provecho le sacan a una aplicación mal entendida de esos derechos.

Necesitamos, hoy más que nunca, en el momento en el que hemos sustituido en alguna medida el monoteísmo religioso, del que emana una moral única e impuesta, por otro monoteísmo de valores visibles como el dinero; en la época en la que nos movemos en la relativización de los conceptos; en los días en los que corremos el peligro de mal entender el concepto de libertad, una sociedad civil fuerte, con una ética común, basada en los principios generales que dignifican al hombre y que lo convierten en ser portador de derechos y de deberes semejantes a los de los otros miembros de la comunidad. El resto es salir de un mal grande para sumergirnos en otro peor. Quizás no estaría mal empezar a interpretar la situación actual desde esta perspectiva. Quizás.

viernes, 11 de febrero de 2011

ROMANCE DE LA VIRGEN DEL CASTAÑAR (VERSIÓN REVISADA)

Cuentan las voces confusas
que la leyenda decía
-no preguntéis por las fuentes:
eso dicen que decía,
y en asuntos de leyendas
las verdades no andan finas-
de otra virgen soberana
en el monte aparecida.

Nadie documenta el caso,
ninguno se atrevería
a demostrar tal prodigio
que en el monte acaecía:
pozo que no tiene agua
nunca la sed calmaría.

Eran los siglos oscuros,
la Edad Media era crecida,
las luchas de reconquista
obligaban cada día
a saludar mil prodigios
que a la fe acompañarían
y al moro lejos de España
las victorias llevarían.
A justificar las guerras
la Virgen bien serviría
y a calmar todas las voces
del pueblo que empobrecía
con el trabajo penoso
al que atado se veía.

Para interpretarlo todo
se presta la clerecía
que con prebendas y dádivas,
con diezmos y canonjías,
bien regulaba las horas
y organizaba los días.

Dicen las voces confusas,
con intención confundida,
que a unos pastores la Virgen
les habló y así decía:
“I need a church in this mountain.”
Los pastores no entendían
la lengua que desde el árbol
hasta sus oídos iba.
“No tenéis que entender nada
-la Virgen les repetía-
pues que aqueste no es el árbol
de la gran sabiduría
ni vosotros Adán ni Eva
los que aprender pretendían.”

La Virgen, siempre en la rama,
del árbol no descendía
por miedo a que los pastores
reconocerla podrían.

Los pastores miran lelos
para abajo y para arriba
y, lelos, van muy deprisa
adonde un cura vivía,
a contarle los prodigios
que en el monte sucedían.

“Si lo sabré yo, hijos míos,
todo lo que allí se vía
y lo bien que para el auge
de la religión venía.
No contéis nada a las gentes,
yo seré de hoy vuestro guía
y diré lo que ha pasado
a los nobles y a la curia,
y no olvidéis que a la Virgen
le gusta la compañía
de los humildes pastores
que rezan, callan y fían
a la voluntad del cielo
lo que en el castaño vían.”

Ya se extiende por los campos,
por pueblos y pedanías,
desde el este hasta el oeste,
del norte hasta el mediodía,
la voz del nuevo milagro
de la Virgen escondida.

Para darle consistencia
se erige pronto una ermita
al lado de los castaños,
que encinas allí no había.
Ya se bendicen los campos,
ya la bondad infinita
se propaga a todas partes
de la Virgen de la ermita.
“La Virgen ya está en lo alto”
proclama la curia altiva,
lo proclama la nobleza
que tanto le convenía.

Se organizan procesiones,
se rezan rosarios, misas,
se ofrecen dones al cielo,
también a Santa María;
unos frailes los recogen
con contento y alegría.
Amplían el santuario,
un gran inmueble edifican
con campos y buenos patios,
y con ricas celosías.
Todo el lugar se ennoblece
con cosas de gran valía.

Para realzar los actos
que honran a Santa María,
se organizan los devotos,
nombran nueva cofradía.
Presiden algunos fieles
que en abades se volvían,
los más ricos, que en sus casas
ganaban en demasía.

Cuando la incivil contienda
terminado ya se había,
coronan aquesta Virgen
con gran boato y alegría.
Allí llegan los obispos
de la ciudad placentina,
allí todos los que entonces
a ser notables aspiran
y el pueblo llano que calla,
reza, obedece y confía
en lo que le dicen otros
sin saber lo que decían.

Procesionan con la Virgen
monte abajo y monte arriba,
celebran fiestas con bailes,
con tambores y corridas,
parece que en aquel monte
todo se junta a porfía.

De Béjar es la patrona
esta virgen con mantilla;
nadie preguntó a la Virgen
si ser patrona quería
ni se consultó a la gente
si amaba su tutoría.

Subida en su bastidor,
con trono, corona y rica
de tesoros en la iglesia,
asoma su cabecita.

Lejos de aquel santuario
el juglar pensaba un día
si era bueno que en el monte
vivieran aparecidas,
y pensó que para sustos
de taberna y sacristía
no necesita leyendas
que a la gente confundían.

¿Quién interpreta las leyes
de tan oscuras visitas?
¿No puede la Virgen pura
venir a la luz del día?
¿Por qué no nos vemos todos
como amigos, como amigas,
y nos damos un abrazo
de amor, de paz y justicia?
No podemos andar siempre
a hurtadillas y a escondidas:
ni Dios juega al escondite
ni su madre lo querría.

Como el juglar no pretende
bullicios ni algarabías,
hace mutis por el foro,
hinca en tierra su rodilla
y echa de la bota un trago
que acompañe a su tortilla.

Hoy el juglar sí ha contado
lo que el sentido le dicta.

jueves, 10 de febrero de 2011

ROMANCE DE LA VIRGEN DEL CASTAÑAR (VERSIÓN MELIFLUA)

Era un día de septiembre,
un día muy señalado,
de aquellos que el cielo cubre
con rayos de sol cuajado.
Los árboles brillan verdes,
sobre todo los castaños,
que apuntan en sus erizos
el fruto de todo el año.

A las diez de la mañana
-está todo calculado-
las gentes suben a misa
a pie, en coche o a caballo,
unos suben monte arriba,
otros vienen monte abajo.

Hay en el monte una ermita
en medio de los castaños,
donde se venera y reza
a una Virgen todo el año;
se apareció hace ya siglos
a unos pastores honrados
que guardaban en el monte
sus hatos y sus rebaños,
desde La Garganta a Béjar
pastando en todos los prados.

“Levantadme aquí una ermita,
erigidme un santuario,
yo convertiré el paraje
en lugar santo y sagrado,
yo bendeciré los ríos,
los montes y los regatos,
los árboles y los aires,
las montañas y los campos.”

“Hay peste en tierras de Béjar,
hay muerte en todos los barrios,
nadie puede huir del mal,
los enfermos ni los sanos.”

“Yo curaré tanta herida,
yo sanaré al desangrado
y evitaré que sus cuerpos
sean tan pronto enterrados.”

Eso dicen que decía
la Virgen desde el castaño.

Joaquín e Isabel, los pobres,
cual pastores asustados,
fueron con la buena nueva
corriendo hasta su poblado.

Ya se aceleran las gentes,
ya viene el pueblo clamando,
para implorar a la Virgen
con el rezo del rosario.
Ya se erige allí una ermita,
ya la peste se ha calmado,
ya tiene sitio en el monte
la Virgen y santuario.

Desde entonces, cuando llega
el otoño cada año,
se asoma la Virgen Santa
a un mirador floreado
y bendice las industrias,
las tierras y los mercados,
las calles, casas y parques,
las personas del ducado.

Por la carretera arriba,
por la carretera abajo,
con aspecto satisfecho
bulle el gentío bejarano;
vienen gentes madrileñas,
llegan hombres comarcanos,
de España entera se juntan
los vecinos y paisanos.

Cuando a las doce del día
el sol luce en lo más alto,
otra luz más clara sale
del templo procesionando.
La gente se agolpa y mira,
echa piropos rezando,
canta salves, grita y clama
a su Virgen vitoreando.

Después la Virgen regresa
del mirador paso a paso,
el sol brilla con más fuerza,
el monte está más dorado,
siguen los olés, los vivas,
los cánticos, los aplausos.
La Virgen regresa al templo,
todo el fervor concentrado.

Hay un olor en el monte
del incienso derramado,
la Virgen ríe contenta
de emoción, de amor sagrado.

El juglar hoy solo cuenta
aquello que le han contado.

martes, 8 de febrero de 2011

ROMANCE SONÁMBULO SIN TRANSCRIPCIONES METAFÓRICAS

ROMANCE SONÁMBULO SIN TRANSPOSICIONES METAFÓRICAS

Estábame yo en el parque
dormitando en un rincón,
pasó por allí voceando
de la basura el camión.

Era más de media noche,
la hora en que cualquier canción
duerme al que está más en vela
y al que aguarda en la estación
de autobuses la partida
de su amiga y de su amor.

¿Adónde vas, la basura,
adónde el conquistador
de todos los corazones
con su despiadado son,
que resucita a los muertos
y convoca al mal humor?

Espero a los concejales,
espero al corregidor,
los he de tirar a todos
al mayor contenedor;
y aunque no quieran basura,
no los he de salvar, no;
si el vecino me aguantara
y lo quiere el conductor,
saltarán todos los frailes
los que en el convento son,
que aquí duerme todo el mundo
al ritmo que manda Dios,
si no es este pobre obrero
y este muy viejo camión
que envejecen por las calles
a golpe de humo y sudor.

¿Por qué los tratáis a todos
con tan escaso primor?
¿Serán tal vez los calores,
acaso será el hedor
de la basura que en julio
provoca tanto calor?
¿Y si pensarais, amigos,
el obrero y el camión,
tiraros a la basura,
dormir y decir adiós?
Dormid la noche, olvidaos
de este romance menor
y buscad para mi sueño
otra solución mejor.

En la espesura del parque,
olvidado, en un rincón,
rumia el romance y se duerme
ro que te ro que te ro
el juglar que imaginaba
que era verdad su canción.

lunes, 7 de febrero de 2011

DESDE UNA FOTOGRAFÍA

Es la luz que se enciende cada día y la vela que se apaga cada noche, es el runrún eterno que no cesa, es un eco que crece y se convierte en ruido insoportable, es siempre recurrente y cada vez más negro si se sabe mirar, es un fuego de fragua que todo lo quema y todo lo devora, es un cáncer que vive con la muerte, es todo y por desgracia parece que sea nada.

Ya sé que me repito, que todos repetimos lo que tanto golpea nuestros ojos, que vuelvo a hollar caminos pateados, cubiertos con las huellas de tantos caminantes, cargados con los ecos de todos los que vienen de los lugares sucios y enfangados, que no hay nada de nuevo en todo lo que digo y que me digo, que poco o nada arreglo con escribir deprisa treinta líneas contando lo evidente, que tal vez en un rato se me vaya la mente a otros lugares y olvide lo que siento en el momento de completar la frase: no sé si podría vivir con esta losa en mis espaldas. Todo eso es muy posible y mucho más.

Pero los veo de frente en una foto, en cuclillas y encima de unos troncos, en medio de un gran río. Siete niños que miran la corriente, que ven cómo las aguas se despiden y viajan a pillar el horizonte. Están todos descalzos. Sus piececitos negros y sus uñas más blancas. En medio hay una niña preciosa y esculpida, con un vestido amplio, con la mirada tierna y asustada, como queriendo unirse a la corriente. Los demás niños posan a su lado y parecen contentos, como ajenos a cualquier pesadilla, como sin hacer cuenta de que a su lado acechan los peligros. Dos levantan el dedo en señal positiva, como quien posa y muestra su contento. Hay un fondo de selva detrás de la corriente. Todo es paisaje verde, parece tropical.

Detrás de estas caritas hay siete vidas sanas que son el solo resto de esperanza, el rescoldo del fuego, la huida de la quema, los últimos residuos que han llegado a la playa después del cruel naufragio, la piel que humaniza la estadística, el desconchón del tiempo para un rato de luz en un mes de tinieblas.

Qué pensarán estos niños, estos siete niños que tienen tantos sitios en los que situarse, que adornan cualquier mapa de África o de Asia, que anuncian mil lugares de toda Hispanoamérica, que acaso no anden lejos de este tibio sillón en el que siento lo claro y confortable del sol que me visita en esta tarde...

“Se estima que, cada minuto, nueve niños mueren por razones estrechamente relacionadas con la desnutrición, el hambre y la pobreza.”

No quiero echar las cuentas para ver cuánto tiempo he tardado en escribir con rabia estos renglones. Mejor no calcularlo. Aparco la escritura, me miro y me sonrojo, me muero de vergüenza, reniego de mi especie y me quedo temblando y gilipollas, sin saber de qué cuajo están hechos mis tardes y mis días.

domingo, 6 de febrero de 2011

QUIÉN SABE...

A don Rubisardo la muerte le vino a coger cuando andaba ya por los noventa y muchos. Cosas que pasan más pronto o más tarde. Había vivido muchos años con doña Eudosia y respondía a unos apellidos con alcurnia, pero está visto que ante la muerte todo hijo de vecino hinca la rodilla y se desploma como si nadie estuviera en su auxilio.

Hasta los últimos días de su vida, don Rubisardo salía temprano a comprar el pan y algunas viandas necesarias para su pasar diario. Doña Eudosia andaba renqueante y apenas se podía mover. Y don Rubisardo era muy cumplido, no creáis, y muy hombre y muy familiar, que todo hay que decirlo.

El caso es que hoy yo no quería hablaros de su persona ni de su carácter sino de una de sus últimas conversaciones con el tendero, aquel de la esquina de su barrio con el que tantas veces había pegado la hebra.

Don Rubisardo había asistido -como todo hijo de vecino: aquí vecino quiere decir de aquella vecindad pues todos sabemos que hay vecinos de otras vecindades que se sientan a la puerta y ven sin preocupación cómo pasa la crisis y ni siquiera les saluda- a todo este desbarajuste de los últimos años y no se enteraba demasiado pues no comprendía tantas opiniones como oía en los medios y en la calle. Don Rubisardo era persona sencilla y hasta elemental pero no se callaba fácilmente.

Aquel día, cuando salió a comprar el pan y Rogelio, el dueño de la tienda de la esquina, hombre modoso y entendido, cortaba carne detrás del mostrador, don Rubisardo se sentó, como se sentaba cada día, frente a él y, hasta que no apareció un cliente nuevo, le cosió a preguntas, en busca de algún remedio para su maltrecha cabeza.

-Rogelio, ¿no se producen ahora tantos tomates como hace tres años?

Rogelio asintió y siguió con sus cortes afilados.

-Y vacas, ¿no hay ahora tantas o más vacas que hace unos años?

De nuevo Rogelio lo miró y sonrió.

-Pues claro, ¿no ves la buena carne que despacho yo cada día?

-¿Y patatas? –volvió a preguntar ya casi cogiendo carrera.

-Yo las tengo muy baratas y no sé cómo quitármelas de encima.

-¿Y pan, qué pasa con el pan? -ya don Rubisardo se aceleraba y sus preguntas se convertían en expresiones retóricas que anhelaban la respuesta rápida y positiva del tendero.

-Pues claro, hombre. Aunque hace mucho que no sube el pan y debe de andar al caer.

Entonces el anciano se levantó de la silla y extendió las manos en ademán de protesta.

-¿Y zapatos, y telas, y arroz, y, y… -y se quedó con el y en la boca como atropellado y nervioso.

Rogelio no tuvo más remedio que volver a asentir y a dejarse en el aire una sonrisa.
Este fue el momento en el que don Rubisardo levantó los ojos y exclamó:

-¿Entonces donde coño está la crisis ni la madre que parió a la crisis?

Rogelio, hombre entendido y razonable, se quedó pensativo y pasó en un momento de la sonrisa a la mirada seca y a la expresión circunspecta. Y pensó para sus adentros, sin atreverse a responder a don Rubisardo: “Pues la verdad es que, así planteado… parece que hasta tiene su razón este buen hombre.”

Rogelio era comerciante y estaba acostumbrado a la compraventa de productos; él bien sabía qué era eso del por mayor, de los plazos, de las acumulaciones y de las especulaciones: él mismo había atesorado una pequeña fortuna a base de remover compras y ventas.

De repente, mientras don Rubisardo seguía esperando respuesta -o más bien confirmación de sus protestas-, Rogelio dejó la carne y se sumió en el asunto que tanto preocupaba a su cliente. Y se atrevió a musitar:

-A ver si el asunto va a estar en la distribución y no en la producción…, a ver si lo que se ha revuelto es la avaricia y el acaparamiento…, a ver si lo que anda manga por hombro es el reparto…

Y se quedó mirando a don Rubisardo y en silencio.

Del silencio solo lo sacó el siguiente cliente, otro anciano que iba también a buscar el pan y a matar el gusanillo de la soledad pegando también la hebra con quien primero se pusiera en su camino.

Desde que la muerte se acordó de don Rubisardo, Rogelio anda más pensativo y el corte de los filetes de solomillo no le sale con la misma precisión. Será tal vez eso de la crisis, quién sabe.

jueves, 3 de febrero de 2011

UNAS PALABRAS BÍFIDAS DE ORTEGA

“Una nación es una masa humana organizada, estructurada por una minoría de individuos selectos.”

También son estas palabras de Ortega. Parecen peligrosas. Seguramente lo son si no son interpretadas con calma y con sosiego. Pero es difícil sustraerse a su contenido, es difícil no firmar a pie de página y es difícil no gritar en muchas ocasiones para que algo parecido se produzca.

La participación general, la de todos los individuos de la colectividad, se halla siempre por encima de cualquier significado que encierre esta frase; no obstante, el grado de participación y el nivel de uso que de cada individuo hagamos en la planificación ni puede ser igualitario ni es deseable que lo sea. Nunca la suma de las decisiones puede ser inferior a una decisión particular ni individualizada, pero no podemos participar todos en todas las decisiones de manera directa.
Si la posibilidad práctica se anula, ¿a qué parámetro debemos atenernos a la hora de seleccionar a aquellos miembros de la comunidad que han de decidir en nombre de todos los demás? Existen pocas dudas nominales: los que nos conduzcan a los mejores.

Pero la duda vuelve persistente. ¿Cuál es la fórmula para identificar a los mejores? Y aquí los senderos se pierden y el paraje boscoso lo gana todo o casi todo.

Volveríamos de nuevo a Platón o a los demás autores que han indagado en los perfiles de los mejores. Y no estaríamos de acuerdo seguramente. Por citar el ejemplo del mismo Platón, no estarían muy contentos los poetas de ser excluidos del grupo de los dirigentes. Señalaríamos además, por ejemplo, la necesidad de situar esa bondad (los mejores) en el discurrir del tiempo y hasta del espacio, pues no parecen idénticas las circunstancias temporales o espaciales en la Grecia clásica y en la España actual. De modo que, por aquí, lo que se observa es mucho bosque y pocas veredas, mucho jaramago y escasa planicie calva.

Eppur si muove; y, a pesar de ello, seguimos convencidos de que tienen que ser los mejores los que se pongan al frente de la coordinación.

La Historia es fiel testigo de líderes de todo tipo, de extracción social muy diversa, de formación muy diferente. Hay, sin embargo, una característica que me parece encontrarse en todos ellos -en aquellos que pueden ser catalogados los mejores, por supuesto-, es la de la voluntad al servicio de la comunidad y la de la mirada alta y colectiva. De tal manera que piensan en el futuro y piensan en todos.

De ese modo, en mayor o menor medida, son capaces de ilusionar a los miembros de la comunidad a la que empujan hacia el futuro. Si además lo hacen con algún grado de humildad y de grandeza, la fórmula suele resolver de manera bastante satisfactoria la ecuación.

Hay un peligro evidente que acecha este camino: el de que cualquiera de ellos se desplome por el camino de las ilusiones sin razonamiento y se convierta inconsciente o conscientemente en salvador del grupo. Y de salvadores, por desgracia, está la Historia llena, salvadores de las grandes comunidades y de las más pequeñas, porque salvadores los hay en las naciones y hasta en el mundo entero (religiones), pero también existen en las familias, en las cuadrillas, en los claustros y en los municipios y regiones.

Tomaré, para cerrar este bosquejo de reflexión, otras palabras de Ortega: “Donde no hay una minoría que actúa sobre una masa colectiva, y una masa que sabe aceptar el influjo de una minoría, no hay sociedad, o se está muy cerca de que no la haya.” Me quedo con la interpretación de que esa minoría ponga su esfuerzo al servicio y beneficio de la totalidad, y de que ese esfuerzo tenga como último fin la planificación para que todos participen; si no, tiro las palabras a la alberca y tapo el brocal con piedras de molino.

miércoles, 2 de febrero de 2011

LEONARDO ES LA GIOCONDA

LEONARDO ES LA GIOCONDA

Es su risa la tuya y la Gioconda
muestra en sus labios rectos y tan leves
la ausencia de preceptos y de leyes
que completa la sed de tu memoria.

No son sus ojos bellos, que es tu gloria
lo que ensalza ese cuello tan de nieve
esa gentil tristeza que retiene
la niebla que en los ojos atesora.

Leonardo se alejó de la materia,
se desplomó en las sendas solitarias
del arte cenital en la miseria.

Fue el arte nuevo en formas necesarias
lo que da Vinci urdió con la figura,
fue la belleza sola, el arte, la hermosura.

martes, 1 de febrero de 2011

ME BASTA CON COPIAR

He vuelto a leer a Ortega. “España invertebrada”. Han pasado casi cien años desde que rumió los conceptos que componen el texto. Se nota el paso de los años también por sus páginas: han sucedido tantas cosas desde entonces… Pero hay partes tan frescas y tan limpias, que no hay ni que tocarlas. Voy a copiar un párrafo:

“Pues bien: la vida social española ofrece en nuestros día un extremado ejemplo de ese atroz particularismo (la explicación del Particularismo es clave en todo el ensayo). Hoy es España, más bien que una nación, una serie de compartimientos estancos.

Se dice que los políticos no se preocupan del resto del país. Esto, que es verdad, es, sin embargo, injusto, porque parece atribuir exclusivamente a los políticos pareja despreocupación. La verdad es que si para los políticos no existe el resto del país, para el resto del país existen mucho menos los políticos. Y ¿qué acontece dentro de ese resto no político de la nación? ¿Es que el militar se preocupa del industrial, del intelectual, del agricultor, del obrero? Y lo mismo debe decirse del aristócrata, del industrial o del obrero respecto a las demás clases sociales. Vive cada gremio herméticamente cerrado dentro de sí mismo. No siente la menor curiosidad por lo que acaece en el recinto de los demás. Ruedan los unos sobre los otros como orbes estelares que se ignoran mutuamente. Polarizado cada cual en sus tópicos gremiales, no tiene ni noticia de los que rigen el alma del grupo vecino. Ideas, emociones, valores creados dentro de un núcleo profesional o de una clase, no trascienden lo más mínimo a las restantes. El esfuerzo titánico que se ejerce en un punto del volumen social no es transmitido, ni obtiene repercusión unos metros más allá, y muere donde nace. Difícil será imaginar una sociedad menos elástica que la nuestra; es decir, difícil será imaginar un conglomerado humano que sea menos una sociedad. Podemos decir de toda España lo que Calderón decía de Madrid en una de sus comedias: Está una pared aquí / de la otra más distante / que Valladolid de Gante.”

Pues eso, que no me apetece ponerme tan negativo como Ortega. Pero solo porque no me apetece, no porque esté muy en desacuerdo con él.