jueves, 3 de febrero de 2011

UNAS PALABRAS BÍFIDAS DE ORTEGA

“Una nación es una masa humana organizada, estructurada por una minoría de individuos selectos.”

También son estas palabras de Ortega. Parecen peligrosas. Seguramente lo son si no son interpretadas con calma y con sosiego. Pero es difícil sustraerse a su contenido, es difícil no firmar a pie de página y es difícil no gritar en muchas ocasiones para que algo parecido se produzca.

La participación general, la de todos los individuos de la colectividad, se halla siempre por encima de cualquier significado que encierre esta frase; no obstante, el grado de participación y el nivel de uso que de cada individuo hagamos en la planificación ni puede ser igualitario ni es deseable que lo sea. Nunca la suma de las decisiones puede ser inferior a una decisión particular ni individualizada, pero no podemos participar todos en todas las decisiones de manera directa.
Si la posibilidad práctica se anula, ¿a qué parámetro debemos atenernos a la hora de seleccionar a aquellos miembros de la comunidad que han de decidir en nombre de todos los demás? Existen pocas dudas nominales: los que nos conduzcan a los mejores.

Pero la duda vuelve persistente. ¿Cuál es la fórmula para identificar a los mejores? Y aquí los senderos se pierden y el paraje boscoso lo gana todo o casi todo.

Volveríamos de nuevo a Platón o a los demás autores que han indagado en los perfiles de los mejores. Y no estaríamos de acuerdo seguramente. Por citar el ejemplo del mismo Platón, no estarían muy contentos los poetas de ser excluidos del grupo de los dirigentes. Señalaríamos además, por ejemplo, la necesidad de situar esa bondad (los mejores) en el discurrir del tiempo y hasta del espacio, pues no parecen idénticas las circunstancias temporales o espaciales en la Grecia clásica y en la España actual. De modo que, por aquí, lo que se observa es mucho bosque y pocas veredas, mucho jaramago y escasa planicie calva.

Eppur si muove; y, a pesar de ello, seguimos convencidos de que tienen que ser los mejores los que se pongan al frente de la coordinación.

La Historia es fiel testigo de líderes de todo tipo, de extracción social muy diversa, de formación muy diferente. Hay, sin embargo, una característica que me parece encontrarse en todos ellos -en aquellos que pueden ser catalogados los mejores, por supuesto-, es la de la voluntad al servicio de la comunidad y la de la mirada alta y colectiva. De tal manera que piensan en el futuro y piensan en todos.

De ese modo, en mayor o menor medida, son capaces de ilusionar a los miembros de la comunidad a la que empujan hacia el futuro. Si además lo hacen con algún grado de humildad y de grandeza, la fórmula suele resolver de manera bastante satisfactoria la ecuación.

Hay un peligro evidente que acecha este camino: el de que cualquiera de ellos se desplome por el camino de las ilusiones sin razonamiento y se convierta inconsciente o conscientemente en salvador del grupo. Y de salvadores, por desgracia, está la Historia llena, salvadores de las grandes comunidades y de las más pequeñas, porque salvadores los hay en las naciones y hasta en el mundo entero (religiones), pero también existen en las familias, en las cuadrillas, en los claustros y en los municipios y regiones.

Tomaré, para cerrar este bosquejo de reflexión, otras palabras de Ortega: “Donde no hay una minoría que actúa sobre una masa colectiva, y una masa que sabe aceptar el influjo de una minoría, no hay sociedad, o se está muy cerca de que no la haya.” Me quedo con la interpretación de que esa minoría ponga su esfuerzo al servicio y beneficio de la totalidad, y de que ese esfuerzo tenga como último fin la planificación para que todos participen; si no, tiro las palabras a la alberca y tapo el brocal con piedras de molino.

1 comentario:

Gelu dijo...

Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:

Se me ocurre, compararlo con una orquesta y su director; aumentando 'un poco' las proporciones.

Sólo que en una orquesta los componentes músicos tienen una preparación y el director, aparte de unos conocimientos probados, una autoridad capaz de conferir seguridad en el éxito de lo que se trata de interpretar.

Y luego está el público, que asiste al concierto.

Conseguir una armonía entre los tres grupos, cuando los números se hacen tan grandes, no es sólo cuestión de repertorio. Es constancia, trabajo, interés y gusto por lo que se hace, no escatimar tiempo ni esfuerzo, no buscar el enriquecimiento rápido, etc. etc....

Saludos.