martes, 15 de febrero de 2011

UN ÓRGANO EFECTIVO

Y si de ética social se trata y ya teníamos base en los Derechos Humanos, ¿no podemos intentar un órgano efectivo que imponga en todas partes su cumplimiento? Y uno mira a la ONU y se derrumba por su ineficacia, por su falta de actividad y por la escasa atención que le prestan las comunidades inferiores, o sea, los Estados. Pero mira uno a su alrededor y el panorama se le vuelve aún más sombrío.

La ONU es la traslación menos ridícula que el hombre ha imaginado para hacer el traslado de las religiones hasta el muñeco jurídico y ético visible pero erigido por el hombre. Cualquier religión se funda en un intento de dar cabida universal a unos principios que modulan y encauzan la vida de los seres humanos. Y todas las religiones (las monoteístas con más claridad) aspiran a que todos los seres de todos los espacios y de todos los tiempos caminen por ese sendero.

En algún momento el ser humano se cansó e intentó por su cuenta liberarse, zafarse de las normas siempre impuestas e interpretadas por sátrapas al uso, y pasar a la acción de organizar un código de voluntad moral. Ahora no bajó Moisés del monte con las tablas de la ley; ahora fueron los razonamientos humanos los que elevaron al monte sus preceptos e hicieron saber a todos que esos nuevos códigos ya no venían de lejos sino que eran producto del sentido común y de la mejor voluntad de los seres humanos, de todos y de todos los tiempos.

De su descripción se infiere que hay mucho de generalidad, de escasa concreción, de muchas excepciones y de apuntar al blanco dando de refilón al muñeco; y, sobre todo, hay mucho de interpretación subjetiva y de incumplimiento cuando los tribunales sancionan a los fuertes.

Todo, todo eso es cierto. Pero es también muy cierto que ya se puede andar entre sus líneas, protestar a quien dice ser garante de su eficacia, ver el rostro de todos y no andar en imágenes de dioses escondidos y de sátrapas difusos y orlados de sagrado que imponen las sentencias con argumentos que poco tienen que ver con la razón humana. Existen tribunales, con muchas deficiencias, pero existen; se cambian y se amplían esos códigos básicos por consenso y no por imposiciones llegadas de ninguna parte; se hacen visibles el origen y el objeto del derecho y, en definitiva, se humaniza la vida, con todas sus miserias y con todos sus logros.

Quién diría tales cosas tan solo hace unos decenios. Ya sé que es para reírse si se miran los grados de cumplimiento y se mide la distancia entre la teoría y la realización práctica. Pero vuelvo a decir que aquí se puede protestar e intentar que alguien te oiga, ser sujeto de pleno derecho y no un advenedizo tocado por la gracia o por la fe, que no te corresponde sino como regalo. Aquí ya no hay regalos, pues estos son derechos de todos y para todo el mundo: somos hombre y basta.

Bien sé que estoy hablando de conceptos naturales y demasiado extensos, que esto hay que concretarlo en el andar diario, que todo se hace cierto en pequeñas acciones que pueblan nuestros días y que nos hacen seres de una bondad o de otra. Pero sigo pensando que hay que tener presentes algunas de estas guías que alumbren nuestros pasos. Tampoco son extensos ni en número ni en explicación. Acaso se reducen -otra vez- al sentido común y a esas gotas de buena voluntad, tan valiosas cuando la razón se torna débil y se agota siguiendo los principios.

Y siempre viendo al hombre, a cualquier hombre, viviendo con los otros, soportándonos todos sabiendo que hay refugios que aseguran nuestra supervivencia; o sea, defender a todos, para que sobreviva cada uno en su refugio y en sus particularidades.

Tampoco es para tanto… Pero es tan necesario…

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