domingo, 13 de febrero de 2011

LA CASA POR EL TEJADO

A pesar de que estamos en plena crisis del ladrillo, seguro que sigue vigente el principio de que los edificios no se empiezan por el tejado sino por los cimientos. Esto lo podemos firmar todos, incluso yo desde mi corta capacidad y a pesar de que nunca he tenido mentalidad de constructor.

Hace ya mucho tiempo que me enseñaron también que las cosas tienen un sentido literal y un sentido metafórico. Así que a hacer conjeturas toca. Y me enseñaron también que hay que actuar por analogía, es decir, que tenemos que aplicar los mismos criterios a situaciones similares. Creo que hasta lo entendí. Es más, nunca me he creído muy listo por haberlo entendido ni por tratar de aplicarlo de vez en cuando.

De modo que, ya que no tengo vocación de constructor -mira que me habría forrado en años pasados con el asunto del ladrillo-, acaso habrá que interpretar que me estoy refiriendo a alguna otra situación parecida.

Porque en los edificios hay unas estructuras que soportan el peso y el volumen de toda la construcción y las vigas son fundamentales, pero también valen las paredes y hasta el más insignificante puñado de cemento. Cuando el constructor planea un edificio, seguro que piensa en el terreno, en las bases, en las vigas, en el tipo de ladrillos, en la clase de cemento y en todo aquello que, unido, conforma una estructura sólida y duradera.

Pues hay veces en las que, de todo el edificio, lo que se enseña es el tejado y solo el tejado. A veces llegan los aires y el tejado se tambalea y quiere apoyarse en los demás elementos de la construcción. Como estos no han sido avisados, no están preparados para soportar el vendaval y no saben ni cómo tienen que colocarse para que no se venga abajo todo. A veces -ya se sabe, a veces-, el tejado amenaza con venirse encima de los cimientos si no se siente sostenido y en palmitas. Los cimientos se asustan, se ven sorprendidos, sin tiempo y sin espacio para reaccionar, y, a pesar de no haber sido tenidos en cuenta, terminan dando gracias al tejado, pidiéndole disculpas y ofreciéndole sin tasa sus servicios. A veces -ya se sabe, a veces- el tejado los bendice, les perdona la vida y sigue allá en lo alto, solitario, velando por la vida de sus vigas y de su cemento. También a veces, sospechosamente, encuentra la defensa de cualquier otro saliente que lo apoya y lo ensalza como mejor propagandista y anunciante del conjunto y como salvador del naufragio. No hay más que alzar la vista para entender que existen otros edificios próximos y que también juegan a juegos imposibles.

Los edificios se acaban y se estrenan y en los primeros tiempos de su uso todo parece bueno y saludable. Por desgracia, no todos los inmuebles se muestran consistentes ni duran lo esperado.

En fin, así es la vida, se renueva, se cae y se levanta, se derrumba un inmueble y se edifica otro. No deberían hacerse todos con la misma rutina ni apariencia. NO.

1 comentario:

Luis Felipe Comendador dijo...

Buena tirada parabólica, Toñín.

Un abrazo.