domingo, 26 de diciembre de 2010

DÁNDOLE LA MANO A UNA NIÑA

Hoy miro hacia una luz desconcertada y limpia
y doy gracias al cielo porque impide los ocres
que a mi vista cansada transportaban los días.
Hay miradas que agotan y voces que destiñen
la hermosura del día con sus colmillos negros.

A veces pasan cosas, se desconcierta el mundo,
la luz se esconde y grita por no poder dar fe
de lo que ve desde lo alto, en su conciencia limpia.
Se alborota la paz de las laderas con gritos
de las fieras que buscan definir su territorio,
las plazas y las calles son destino
al que va sin remedio cada día
todo el cortejo anómico de la desolación,
hay gritos de agonía por todos los rincones,
se adormece el empeño y se viola la paz
con guerra permanente a vida o muerte.

¿Cómo no iba a sentirse la luz desconcertada
si llegaba con ansias de frecuentar la risa y la alegría,
si confiaba en colarse con traje de etiqueta
en el mar del silencio de los corazones?

Hoy veo a la luz desconcertada y limpia,
preguntando a la nieve si es bueno su camino,
si detiene su paso o aviva su salida,
mirándome de lado y recelosa.

Yo le prometo un baile de sosiego y de calma,
le doy fe en mi palabra de hacer cualquier milagro
pequeño, diminuto, de los de andar por casa,
para no acelerar su desconcierto ni hacer brotar sus lágrimas.

Miro hacia la montaña, blanca, limpia, cuajada,
me desnudo en la luz para que sienta celos,
doy la mano a una niña que anda por los pasillos de mi casa,
y la luz se ilumina, toma bríos, se complace,
cambia de cara, ríe, baila y me pide
un lugar donde hacer morada y guardia.

Es otra vez el mundo en movimiento.

1 comentario:

Gelu dijo...

Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:

Un niño pequeño puede llenar de alegría una casa y a todos los que en ella respiran.
Y sus primeros pasos, y sus gestos, y sus gracias...
Y cada día cosas nuevas. Desaparece por completo la rutina, con su sola contemplación. Y la luz llena los rostros.

Pongo un poco de música

Colgando en tus manos

Saludos.