viernes, 13 de mayo de 2011

PALABRAS PARA ENRIQUE HUERTAS

He asistido esta tarde al homenaje que el IES Ramón Olleros ha dedicado en memoria de nuestro compañero Enrique Huertas Talón, fallecido hace algún mes. Me hubiera gustado que todo hubiera quedado circunscrito al ámbito académico. No fue así y elementos sociales y con ribetes políticos (son días de campaña y elecciones) lo llenaron todo de gentes a las que yo no veía en su sitio natural. Cada cual sabrá lo que hace. Sé también que no era fácil, por parte de los organizadores, acotarlo de otra manera. En todo caso, quien importaba era Enrique y su recuerdo. Yo le dejé en público estas palabras que siguen.

PARA ENRIQUE HUERTAS,QUE SOLO SE DEJÓ VENCER CON LA LUZ DEL DÍA

Se ha anunciado la luz y sé que tú la esperas, como el náufrago aguarda la marea que lo acerque a la orilla salvadora. Y sé también que tienes el empeño de no dejar que la oscuridad te pueda y te anegue en una nube gris y eterna. Las noches te pillaban en vigilia por no querer dar tregua ni ventaja al extraño dominio de lo oscuro. Sé, porque me lo han dicho, que hiciste un gran esfuerzo tantas noches por sentirte despierto, y que tan solo hallabas el reposo cuando estaba contigo la luz de cada día.

Era la luz los días de inocencia, de marchas por las matas y senderos, de pedaladas fuertes en la bici, de bufandas al viento cuando tu equipo levantaba los brazos en forma de victoria, en esas citas tontas -permite que lo diga- que tanto te ocupaban y de las que también sé que un día te desdijiste para dejar la fiesta en calma chicha, en tranquilo contento. Eran la luz los días de instituto, las mañanas en medio de la lluvia o de la voz al viento de todos los alumnos, del taller de tu planta, de aquella planta baja que casi hiciste tuya, de aquellas nuevas aulas en las que tantas horas dejaste dibujadas.

Acaso la luz se atenuaba cuando ibas a la sala, con tantos profesores, donde tu voz bajaba decibelios y se mostraba tenue e incluso se apagaba dejando abierto el paso a los ruidosos ecos de otras voces y daba curso a aquellos crucigramas y sudokus que hacían sitio al silencio de lo que el aire alzaba a algarabía.

Tal vez fuera la luz esos intentos tenues de trasladar ideas o intenciones hasta algunas personas, tan lejos de mí mismo, tan lejos mis ideas de ti mismo. Y, sin embargo, nada producía ni ruidos estridentes ni malas caras nunca ni divisiones fuertes entre las dos miradas.

Era la luz saber que nuestras clases eran solo instrumento para formar personas en esa extraña lucha de la vida, que poco te importaban las sanciones en forma de suspensos o aprobados ni clasificaciones, siempre extrañas, en hacer vencedores o vencidos.

La luz cuajó sus sombras cualquier día sin aportar razones y te obligó a dejar espacios libres, a ocupar los días y las noches en la conciencia lenta de que el camino estaba en cuesta abajo. Y dejaste los claustros, y dejaste los campos, y la luz se quejó desde tu ausencia, y tú siempre quisiste ser amigo de la alta claridad.

Lo demás fue ya más tuyo y menos nuestro, más de propia conciencia y de luchar sin tregua por mantenerte libre en el camino, más de encuentros de entornos familiares, de dolor más patente, de conciencia más clara de que todos los tramos se hacían más angostos.

Y así, en un amanecer como otros tantos, esperando la luz desesperadamente, negándote a marcharte sin la conciencia clara de los días, tranquilo en tu certeza, te dejaste por fin, te hiciste nada.

No olvides que el olvido es otra cosa, que hay otra luz muy nítida, que los demás ponemos con los ojos lo que veló una fecha tu presencia. La muerte es el olvido y la certeza, es la separación, es la ruptura.

Hoy es prueba de todo lo contrario, de que tú estás presente en el recuerdo, de que habitas un sitio donde no tiene fuerzas el olvido. Hoy nosotros pensamos en tu ausencia, en el lugar oscuro que nos aguarda a todos. Y hoy es tarde de luz, también hoy es tu luz, la luz que con angustia reclamabas, pues solo con la luz estuviste dispuesto a darte por vencido. En ese vencimiento iluminado te quiero recordar en esta tarde, pues serás en la luz y la luz será en ti como un barco que sigue el horizonte y se pierde en la tarde, buscando cualquier mundo.

Un abrazo y recuerda también que nuestras luces serán refugio fiel de nuestros sueños.

1 comentario:

Ruth dijo...

Me parecen unas palabras preciosas y sobre todo escritas desde el cariño, que creo que es así como todos recordamos y recordaremos a Enrique. Pero Antonio, leyendo la introducción me ha hecho pensar que tú también querías participar del juego político.
Ruth Lombardía Álvarez