Esta vez tocó turno al PSOE y reunió su convención en Zaragoza. Al calorcito del local que los resguardaba del frío intenso de este enero que ya se marcha, en coincidencia con el patrón de la ciudad del Ebro, allí estaba toda la plana mayor y la mediana. He visto algunas imágenes en televisión y en ellas se notaba similar entusiasmo que el que se había producido una semana antes en Sevilla. En realidad, no sé si el mismo entusiasmo o una convulsión interior un poquito más disimulada: No hay que olvidar que en invierno la temperatura no es la misma a orillas del Ebro que del Guadalquivir y, para qué engañarnos, ahora mismo, las aguas del Ebro bajan un poco más turbias que las del río de la Bética.
Pero en ambos casos se ha desarrollado el mismo esquema, la obra ha puesto en escena los mismos actos, el patio de butacas estaba ocupado por espectadores venidos de todos los lugares con la misma misión y con parecido entusiasmo, y los actores principales subieron a recibir los aplausos finales de representación. Para que nada fallara, los títulos de crédito, en forma de fotos o de entrevistas, respondían también a los mismos parámetros: todo había sido estupendo y el protagonista había estado formidable y merecedor del Oscar a la mejor interpretación.
Está bien que las agrupaciones se reúnan para darse ánimos y para revisar sus actuaciones; mejor que entre los próximos, en ningún sitio: son ellos los que tienen que quedar cuando lo demás falle y, además, una palmadita de ánimo mutuo siempre estimula y empuja a seguir en la actividad con entusiasmo.
En esta convención se reunían candidatos a parlamentos regionales de casi toda España. Es bueno poner en común políticas y estructurar cuadros de actividades, ahormar peculiaridades y señalar límites y prioridades. Supongo que algo de esto se habrán llevado para casa los principales representantes y espero que lo tengan en cuenta en sus programas y en sus campañas.
A un espectador normal muy poco le llega de todo esto. Casi todo parece que se ha ido en jugar a las quinielas acerca de si el líder, siempre el líder, está en condiciones o no de seguir, en ocultar los rostros que no conviene mediáticamente que aparezcan y en dar sentido de unidad y de sumisión, de lealtad y de desistimiento ante lo que viene de la boca del dirigente de turno.
¿Quién ha preparado esas ideas comunes que se supone que se llevan los líderes autonómicos y que van a respetar en sus respectivos territorios? ¿Estaban ya hechas o se han discutido en la convención? ¿Realmente se van a seguir en todos los territorios o se van a olvidar según convenga o no bailar la sardana o echarse una jota? ¿Cómo han sido elegidos esos aspirantes regionales? ¿Cuál es la dinámica de actuación dentro de las formaciones políticas? ¿Ha existido alguna opinión divergente o crítica con el líder del partido? ¿Cuáles? ¿En qué sentido? ¿Es real que todo el partido esté apiñado en torno del líder actual? Si no fuera así, ¿por qué serenamente no lo manifiestan? ¿Este apoyo incondicional al líder implica que no hay en la formación ninguna otra persona que pudiera sustituirlo sin que ardiera Troya por ello? ¿Qué esconden realmente estas adhesiones incondicionales? ¿A los medios de comunicación no les interesa otra cosa que ese morbillo asqueroso del nombre del líder? ¿Por tan bajo precio se venden a la pasta? ¿No tienen capacidad para analizar e investigar otras cosas de mayor calado? ¿Tan vagos son? ¿Es que en esta comunidad no hay lectores interesados nada más que por lo superficial y por lo morboso? Ay, los medios de comunicación; ay, las estructuras de los partidos; ay, la democracia interna de los mismos, o la falta de ella; ay, la morbosidad del ciudadano llamado normal; ay, qué comunidad esta…, y aquella…, y la de más allá.
Yo no querría ser sospechoso pues mi mirada apunta claramente hacia la izquierda, y mucho menos me apetece aparecer como equidistante, pero hay esquemas que se repiten demasiado, que presentan demasiadas similitudes, que tienen un saborcillo picante parecido, que huelen como si fueran el mismo guiso. Y a mí eso no me gusta demasiado.
Ya Platón clamaba por un gobierno de los mejores. Leo estos días a Ortega y se me vuelve aún más aristocrático en cuestiones políticas e intelectuales. No sé hasta qué nivel tienen razón. Ya pensaremos. Y diremos. Y escribiremos.
lunes, 31 de enero de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario