Se cierra la semana con reuniones y convenciones de los partidos políticos de mayor representación, que preparan ya las próximas elecciones. Yo, como hago con frecuencia, la termino en mi viaje a Ávila para pasar el día con mis hijos y con mi nieta. Qué asuntos tan distintos y con perspectivas tan diferentes. Por el medio, unos días en los que se han hartado de hurgar en la herida de la violencia física por el hecho de que un consejero en Murcia ha sido golpeado. Parece como si se hubieran resucitado todos los demonios escondidos que, con alguna frecuencia, reviven en la historia de este país.
Hay mucha gente que no se contenta con la condena de los hechos, con el rechazo público, con recordar que el camino de la violencia no es nunca el mejor camino. No les sirve. Ni aguardan a las mínimas concreciones e investigaciones para reconocer al menos qué tendencia tienen los posibles agresores; es suficiente con que haya saltado cualquier chispa para hacer juicio, condena y anunciar la llegada del apocalipsis. Por supuesto, lo hacen los mismos que, a diario, se pasean por sus medios insultando, befando y despreciando a personas y cargos de todo tipo.
La coartada mayor, el engaño más manifiesto y la demagogia más barata está, sin embargo, en la simplificación que realizan con asunto tan importante y grave como es el de la violencia. Es tan fácil mover la conciencia de la gente normal con asuntos de violencia física…
Nadie pronuncia ni una sola palabra de los demás tipos de violencia, violencia acaso tan dolorosa, o más, que esta de la que se escandalizan. ¿Qué hay de la violencia económica, de la violencia religiosa, de la violencia sociológica o psicológica? ¿Qué se puede decir de la violencia familiar, de las imposiciones lingüísticas, de la violencia de género, de la violencia de las modas, de las violencia medioambientales…?
Las diferencias económicas, por ejemplo, ¿no preparan un clima de malestar y de enfrentamiento social? Estas, sin embargo, se tapan y hasta se encumbran de muchas maneras. Por ejemplo con un estado de orden y de disciplina social que mantiene la situación como está y conserva los privilegios para quien ya goza de ellos. Y esta es violencia que se produce cada hora de cada día, en cada esquina y en todos los territorios; no es una salida de pata de banco ni una ofuscación momentánea, no, está perfectamente planificada, tiene un ejército de servidores que cuidan de que se mantenga y de que, además, parezca que es la mejor situación posible.
Y casi todos caemos en la trampa de escandalizarnos por un acto de violencia física -condenable siempre, por otra parte- y de dejar correr el tiempo, sin mover un dedo, ante cualquiera de los otros tipos de violencia. Tan despiadados, tan planificados, tan extendidos en el espacio y en el tiempo, tan degradantes, tan inhumanos.
Mañana o cualquier otro día volverán a remover Roma con Santiago ante cualquier hecho similar a este. Los otros, los planificados y militarizados, los que protegen la injusticia con fuerzas organizadas, esos no solo no se condenarán, sino que se aplaudirán. También por la mayor parte de los que sufren sus peores consecuencias.
Quizás removiendo tanto terminen por encontrar la tumba del apóstol, ahora que ha terminado el año santo. Vaya por Dios.
domingo, 23 de enero de 2011
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