lunes, 3 de enero de 2011

OTRA OPINIÓN SOBRE UNAMUNO

Leo las siguientes opiniones de Joan Fuster acerca de Unamuno, “Contra Unamuno y los demás”, Ediciones de Bolsillo:

“Don Miguel de Unamuno es algo así como una Conchita Bautista de la cultura. Y que conste que no se trata de un “juicio” sino de un intento de descripción.”

“¿Fue de verdad “filósofo” -un filósofo como Dios manda- el profesor Unamuno?”

“Y es igualmente probable que la alusión a la señorita Bautista también peque de inexacta. ¿No sería mejor Carmen Sevilla?”

“Pienso, sobre todo, en una de las cantantes de trapío, televisivas y enérgicas, que tan a menudo cosechan éxitos en festivales remotos ( …) Ni la Niña de los Peines ni doña Concepción Piquer, en sus respectivas especialidades, no habrían logrado esas adhesiones, por supuesto, pero las chicas a que me refiero aprovechan algunos trucos “modernos”, y la mezcla deliberada da resultados infalibles. A su modo, don Miguel hizo otro tanto.”

“A este lado de las aduanas -y no excluyo Lugo, Sabadell, Ondárroa o Gandía, naturalmente-, los problemas que obsesionaban a don Miguel aún eran de circulación más o menos habitual, y es lógico que obtuvieran una acogida de debate. En otras latitudes era inconcebible algo parecido. Cuando Europa se entregó al vicio literario-metafísico del existencialismo, los papeles de Unamuno dieron la impresión de adquirir una vigencia nueva: cosmopolita. El quidproquó fue divertido: algunos comentaristas tomaron el rábano por las hojas, y quisieron colocar a don Miguel en medio de aquella pequeña efervescencia. Y don Miguel no era un existencialista: era la Niña de los Peines y Conchita Piquer en una sola pieza, un fenómeno marginal y aberrante.”

Son opiniones vertidas por escrito hace treinta y cinco años. Y solo copio algunas porque el rosario de improperios abarca todos los misterios, incluidos los dolorosos.

Las opiniones no provienen de ningún iletrado ni de ningún tres al cuarto. Otra cosa es que respondan a la verdad o que tengan que ser compartidas. Yo, por ejemplo, no las comparto. Me sugieren dos tipos de consideraciones.

La primera es la de que no se puede arrasar de este modo con todo un esfuerzo denodado por mostrar y hasta por practicar una suma de ideas que tenían como centro y como fin al propio ser humano, aunque este siempre tuviera los límites de un nombre y de unos apellidos: Miguel de Unamuno y Jugo. Se podrá hablar de equivocación pero no de indolencia ni de empeño, se podrán criticar partes y hasta métodos pero no se puede quemar en la hoguera la totalidad. A mí -ya lo he dicho muchas veces- me parece Unamuno un ser contradictorio pero genial también, me entusiasma muchas más veces que las que me produce rechazo, me incita al pensamiento -y a la acción- mucho más que filósofos mucho más ortodoxos o hasta reconocidos. Poco tiene que hacer Kant ante Unamuno, por ejemplo, a la hora de llamarme y hasta de mandarme, de provocarme y de inducirme. Unamuno es todo corazón y también todo espectáculo, es todo teatro porque es todo tragedia, es tanto más denso cuanto más humano se muestra, que es siempre. No, no se puede ser tan cruel con un ser tan apasionado y tan apasionante.

La segunda consideración tiene que ver con el falso pero abundantísimo producto que a ciertos pensadores históricos se les ha sacado. Unamuno, para ello, es un caso de los más significativos. Salamanca y todo lo que huele oficialmente a cultura parece que sigue al dictado nominal del rector; su evocación es demasiado frecuente, como si no se pudiera caminar sin él. Como además dio paletadas en todas las paredes, pues ha servido lo mismo para un roto que para un descosido. Y ahí sigue.

Yo seguiré mirando a don Miguel, supongo que lo seguiré admirando casi siempre y rechazando con alguna frecuencia pues me parece contradictorio, lo repito.

No me gustan estas descalificaciones tan genéricas ni tan poco recatadas, pero en los textos sigue estando la respuesta. A ellos, pues.

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