Me sucede con mucha frecuencia. No por número, que uno no anda todas las veces que quisiera metido en esos fregados, pero sí en tantos por ciento. ¿Qué te ocurre, buen hombre? Pues que tengo la impresión de que, cada vez que hay oportunidad de reflexionar acerca de un texto literario o de otro que aporte pensamiento, el personal se echa para atrás, duda y se encoge, no se anima a participar en una discusión ni aunque sea en pequeños grupos, y lo que podría abrirse y dar frutos se queda como mucho en intentona y en un déjalo estar que no merece la pena.
Me apena bastante este asunto por varias razones.
Hay una evidente aunque de no demasiada importancia, la de que a mí me va esa marcha y, en cuanto puedo, meto la directa e intento provocar el diálogo y el intercambio. Ya se sabe, para semejantes casos, remedio casero: ajo y agua.
Pero las demás, si es que son varias, que creo que sí, se me escapan, o, si las controlo, me dejan un poco negativo y criticón. ¿Por qué la gente se anima tan poco? ¿Puede ser asunto de falta de confianza? Si es por esto, ¿cuáles son las razones de esa falta de confianza? ¿Falta base de conocimientos? ¿Es asunto de carácter? ¿Tiene que ver con la falta de costumbre en estos asuntos? ¿Está este uso fuera de los tiempos y de “lo que se lleva”?
Y yo qué sé. Hay gente que hasta por escrito parece que le molesta que se opine y que se glosen pareceres y se expongan ideas y juicios; a mí mismo me cuesta cada día más enjuiciar severamente cualquier hecho, y procuro hacerlo con muchas atenuaciones y sin buscar nunca ningún enfrentamiento directo.
Pero es que el remedio termina siendo peor que la enfermedad. Sin reflexión no hay juicio, sin juicio no hay perspectivas de cambio, sin perspectivas de cambio, existen menos posibilidades de prosperar, sin posibilidades de prosperar todo se estanca y los bien instalados seguirán en su torreta sin nadie que los azuce y con los demás anestesiados y solo súbditos de la tontería y del ídolo.
Tengo la impresión de que esta parcela no opera de manera muy distinta a como lo hacen las demás de la vida. Sospecho que andamos cada vez en una velocidad de crucero en la que no aceleramos casi nunca, no siendo que nos obligue la nueva velocidad a cambiar cosas y a implicarnos en asuntos que nos rozan pero que no nos dan, que sabemos que están ahí pero que preferimos ignorar. Al menos hasta que no nos sintamos en necesidades personales. Me parece que es una muestra más -muy importante muestra- de esa soledad e inseguridad que veo acelerada en los últimos años y que nos encierra en nosotros mismos sin abrir muchas ventanas precisamente a lo que pasa por ahí fuera. Quiero decir a todo lo que nos inunda desde fuera.
Las participaciones son escasas en cuanto se trata de interpretar y de aportar visiones mínimamente razonadas, en cuanto nos toca abstraer y pasar de la descripción al concepto, en cuanto tenemos que dar el paso de lo particular a lo universal. Asunto bien distinto es la participación para hacer masa, para perdernos entre los números, para ser uno más de los de la moda, para seguir por instinto la costumbre.
No es fácil, entonces, hallar un simple rincón en el que salvarse del tedio, con unas cuantas personas dispuestas para juego del raciocinio, en medio de unas risas, que no están para nada reñidas con el juego de las ideas.
Y el tiempo va pasando, y en medio de ese tiempo todo fluye a su antojo, o casi todo.
Perdón por esta queja de un tonto inadaptado y un poco atrabiliario.
domingo, 30 de enero de 2011
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1 comentario:
No eres un tonto inadaptado, te considero una persona consecuente, quizás, tus tres o cuatro porqués se resuelven en uno o en ninguno en cualquier otra persona gris o insegura...... el absentismo, o la no participación es una forma comoda de no equivocarse.Triste pero cierto.
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