Me manda Manolo Casadiego, tan generoso como siempre, un correo con el texto de una conferencia del catedrático de medicina en Madrid Francisco J. Rubia. Se lo había remitido a su vez el amigo común Agustín Martín Izard, catedrático de Geología en Oviedo, con el ruego de que me lo reenviara. El título es suficientemente provocativo como para hincarle el diente enseguida: “LA IDEOLOGÍA MOSTRARÍA LA MISMA ESTRUCTURA QUE LA ESQUIZOFRENIA”. Y cito la entradilla, que resume el contenido que desarrollan las páginas del texto: “La característica común de las ideologías es el pensamiento dualista, ligado al funcionamiento de determinadas regiones de la corteza cerebral. La ideología mostraría la misma estructura que la esquizofrenia: la historia no se vive sino que se sueña. Esta visión dualista del mundo, al ser más simple, es fácilmente adoptada por la mayoría de la población, donde queda asentada emocionalmente. Corremos así el riesgo de volver a vivir cualquier otra ideología con sus nefastas consecuencias.”
Releo las líneas anteriores y me quedo perplejo. Comparto muchas de sus palabras pero en absoluto las aparentes consecuencias que en el texto, y aun en la última oración de esta entradilla, se explicitan. Veamos.
Como se hace en el texto, no es malo delimitar qué es lo que se entiende por ideología. No sé si es necesario acudir a los autores que el autor cita, pero sea y valga de nuevo el argumento de autoridad en términos académicos. En realidad creo que el sentido común ordena que una ideología no puede separarse mucho de un conjunto de ideas organizadas racionalmente que trata de dar respuesta a la realidad. Más tarde, si se ha logrado llegar a esa organización, tampoco parece demasiado alejado del sentido común el intento de ponerla en práctica en la realidad para ver si responde la teoría a la realidad vivida.
¿Es real que cualquier ideología se basa en un pensamiento dualista? Sí pero menos. La vida entera se configura en forma de dualidad y corre el peligro de fanatizarse. Pero correr el peligro no significa que se caiga en él por sistema, claro que no.
Los que dedicamos tiempo y ánimos al asunto de la filología bien sabemos que el valor de las palabras tiene mucho de contraste, de oposición, de enfrentamiento con otros significados, que “blanco” es tal por oposición con “negro”, que la significación se nos va entre sinónimos y antónimos y que casi cualquier palabra obtiene su valor solo en su relación con las demás y en comparación con ellas.
¿Quién nos ofrece otra posibilidad menos mala para tratar de interpretar el mundo y para poder sobrevivir en él que una ideología? ¿Cómo navegamos en el tiempo si no es por división y contraste entre el presente, el pasado y el futuro?
De manera que una cosa es el peligro y otra la realidad, una cosa es la afición y otra el forofismo, una cosa es el intento de explicación y otra el maniqueísmo. No sé si el profesor que intenta esta explicación no está incurriendo en un grado mayor de dualismo que el que intenta explicar y contra el que intenta, supongo que con la mejor voluntad, ponernos en guardia.
Los ejemplos que propone, y de los que da algún detalle, son forofismos más que ideologías moldeables: estalinismo y nazismo. ¿Hay alguna forma más dualista que las religiones monoteístas, en las que “quien no está conmigo está contra mí? ¿No explicará buena parte de esta tendencia dualista posterior en la historia occidental el hecho de que durante milenios se nos haya configurado, desde el campo de la religión, casi genéticamente en esa oposición entre bien y mal, pecado y gracia, cielo e infierno y demás zarandajas?
¿Qué es eso de que, en las ideologías, “la historia no se vive sino que se sueña”? No tiene derecho el ser humano a intentar controlar la realidad para dominarla e intentar mejorarla con previsiones racionales y científicas? Si yo me considero inteligente es porque creo tener la capacidad de organizar elementos que no están a mi lado ni en el espacio ni en el tiempo. ¿Dejamos que la realidad corra a su antojo o ponemos coto no a sus leyes sino a la interpretación egoísta que de ellas se hace en beneficio de solo algunos? ¿Olvidamos entonces la ciencia? Claro que quiero “soñar” una historia mejor, sobre todo para mi futuro y para el de mis descendientes.
Vamos a suponer que se eliminan las ideologías y con ellas el dualismo. ¿Qué nos queda? No quiero ni mirar porque me horroriza lo que veo. Solo diviso egoísmo y enfrentamiento, vencedores y vencidos, poderosos y débiles, ley del más fuerte, egoísmo como principio de actuación. Ojo, que este principio ya existe como teoría. Y es otra ideología. Una ideología que ni comparto ni me interesa.
Yo mismo no dejo de predicar para que las organizaciones políticas se basen en una suma de conceptos organizados racionalmente que traten de explicar y de ordenar la realidad, o sea, en alguna ideología.
Cómo me gustaría departir sobre estos temas, en torno de una mesa y un refresco, cualquier día, con tiempo y en reposo, buscando variables y limando asperezas, procurando evitar los forofismos y las dualidades, a la sombra del sol nítido pero con alguna nube en el horizonte, con la mejor voluntad de todos. Ah, y para darle las gracias al profesor Francisco J. Rubia por advertirnos de los peligros que se adivinan cuando se extreman y se “dualizan” las ideologías. Ya habrá tiempo.
martes, 4 de enero de 2011
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1 comentario:
Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:
No son horas de demostrar cordura, pero no estoy de acuerdo con el conferenciante.
De todos modos, y sin espantarse, de sabios y locos todos tenemos un poco. Mientras no perjudiquemos a nadie, el pensar es libre.
Y solo nos falta, después de lo poco frecuente que se ha convertido su práctica, que nos metan miedo con dualidades.
¡Pues bueno!.
Saludos.
P.D.: La verdad es que Casadiego sí que es un hombre triple, o más. Pero, ¿de dónde sacará el tiempo?. ¿Tendrá un doble?.
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