La Cadena 4 cambia de dueño y cambia de modos y de modales. CNN+ se queda por el camino.
Las empresas nacen, crecen, se reproducen y mueren. Ya se sabe, casi como con la categoría del ser humano. Muchas ni siquiera crecen, y se quedan pronto en el olvido. Hasta aquí todo parece repetido y soportable: nada nuevo bajo el sol.
Tampoco es importante que el nombre del difunto sea uno u otro, salvo, claro, para sus accionistas. Algo bien diferente es lo que viene a demostrar la tendencia y lo que evidencian las proporciones.
La desaparición de cualquier medio de comunicación es, antes que nada, una voz que enmudece, una forma de ver el mundo, de hacer visible esa visión, de poner en el escaparate otro modelo para comparar y, en su caso, comprar.
No todas las voces son igualmente respetables. Ni mucho menos. Respetables son las personas, pero no las ideas que incorporan. Y, aun así, uno siente que las voces plurales no son lo peor y que, si se respetaran los límites del sentido común y de alguna racionalidad, todos cabemos y la pluralidad se muestra superior a la singularidad y a la única voz.
Aquí he expresado varias veces mis precauciones casi infinitas respecto de los medios de comunicación. Solo volveré a recordar aquí en manos de quiénes están las acciones y la escala de valores que incorpora el dinero y ese mundo de los mercados.
Pero en todo hay grados y a ellos me acojo. Por eso creo que algunos profesionales de estos medios se salvaban, en mi apreciación, de la quema general y de la medianía. Por encima de todos, quiero destacar el caso de Iñaki Gabilondo. Son muchos años viéndolo trabajar y siguiendo su trayectoria. No es cosa de un día ni de una moda. Detrás de su trabajo hay inevitablemente una escala de valores que a mí me agrada. Por desgracia, desde hace muchos años también, él ha sido el blanco de los medios más escorados a la derecha, que, coño, son todos pues todos sirven al mismo dios: el capital y los accionistas. En el fondo, tengo la impresión de que todos los que tanto lo han insultado aspiraron siempre a parecerse en alguna medida a él y a arrebatarle sus oyentes. Seguramente habrá ganado el suficiente dinero –se lo he oído decir a él mismo- como para no tener ninguna preocupación personal. No es eso lo que se lamenta aquí. Se lamenta el apagón de otra voz lúcida y dispuesta a dar cabida a posibilidades pero no a dejarse llevar por el fanatismo, a decir lo que pensaba pero no desde el insulto como medio y como fin, a sembrar también la duda en sí mismo y en los demás como fórmula para seguir creciendo en busca de la verdad, frente a tanto fanático e insultador profesional subido en púlpito religioso o regalado. Yo siento que se vayan estos profesionales. Los insultos que se pueden leer y oír en muchos medios, dirigidos a Gabilondo, estos días dan muestra de la barbarie en la que andamos instalados en este país y de lo que nos puede esperar después de lo que se viene cocinando en odio desde hace tantos años.
Y, por encima de todo ello, me quedo en la reflexión de los escasos lugares que quedan en el panorama de la exposición pública desde medios potentes. ¿Qué voz le queda a las ideas de progreso en este país? Apenas se oyen los ecos. Y, lo que es peor, si esto sigue con este ritmo, pronto no se oirá ni el silencio. Malos tiempos.
jueves, 23 de diciembre de 2010
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3 comentarios:
Terribles tiempos.
Mejor es escuchar el silencio de la nieve ¿verdad?.Un beso para ti y los tuyos, y pasarlo bien en estos días.
Buenos días, profesor Gutiérrez Turrión:
Le pongo el enlace de una canción.
Sueño con serpientes
¡FELIZ NAVIDAD!
Saludos.
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