Parece evidente que hemos superado las etapas de código moral único, que cada sociedad, y cada individuo dentro de cada sociedad, desarrolla un comportamiento en parte diferente del de los demás componentes. Quizás solo nos quede una conciencia indirecta y débil de las épocas en las que todo se hacía dependiente de una fuerza centrífuga superior que, como una luz potente, expandía rayos y recogía a su vez y absorbía, en fuerza centrípeta, todo lo que de luminoso se pudiera producir. Da la feliz impresión de que hasta en los países de confesión musulmana se está produciendo ahora mismo el estallido colectivo que demuestra esta evidencia. En Occidente, a la conformación de este fenómeno de fragmentación es a lo que realmente llamamos Posmodernismo.
Esta falta de unidad moral, visible, por otra parte, en cualquier otra comunidad más próxima y pequeña (familia, amigos…) ha dado lugar a una variedad casi infinita y a la dificultad de encontrar puntos de encuentro en la selva de posibilidades. Cada día se extiende más el campo de las variables que tenemos que ver, consentir y permitir, cuando no aplaudir, en nuestras relaciones.
Como la multiplicación de las variantes no puede perderse en el horizonte y multiplicarse hasta el infinito del relativismo moral, cabe preguntarse si no es realmente posible encontrar algunos puntos básicos en los que ponernos de acuerdo y que tengamos que respetar todos.
Cada día se antoja una tarea más difícil. Pero la dificultad no exige el rendimiento. Más bien parece necesario de todo punto alcanzar ese decálogo, pentálogo o tetrálogo que nos permita sencillamente sobrevivir, tener una hoja de ruta y saber en qué estación del camino nos encontramos cuando entablamos una relación, sencilla o compleja, con cualquier semejante. Además, tal vez se pueda asegurar que, sin esos elementos de ética y moral mínimos, la pluralidad realmente ni existe ni se puede practicar pues en lo que realmente nos sumergimos es en una suma caótica de morales individuales exclusivas y excluyentes. Eso nos llevaría sin remedio al caos y a la ley del más fuerte como expresión de un individualismo mal entendido.
Para la supervivencia de todos, para que no se imponga porque sí la ley del más fuerte, para que podamos avanzar en la dignificación del ser humano, necesitamos urgentemente la señalización de algún decálogo e imposición universal.
Seguramente nuestra imaginación se vaya instintivamente al decálogo de lo que llamamos Derechos Humanos. No está mal. Significaría que alguna formulación ya está cumplida. Pero deberíamos inmediatamente al menos exigir su cumplimiento. Y no olvidar que ese catálogo se ha ido no restringiendo, sino ampliando con el tiempo, como muestra de la sensación de que, en realidad, todo lo que no signifique igualdad de oportunidades se pierde en la confusión y en la injusticia.
Habría, pues, que tener mucho cuidado con la reclamación de los derechos individuales si no se entienden como derechos de todos los individuos de una comunidad, aunque sea en aplicación personalizada. Asistimos cada día a esa exigencia por parte de los más poderosos, por parte de aquellos que más provecho le sacan a una aplicación mal entendida de esos derechos.
Necesitamos, hoy más que nunca, en el momento en el que hemos sustituido en alguna medida el monoteísmo religioso, del que emana una moral única e impuesta, por otro monoteísmo de valores visibles como el dinero; en la época en la que nos movemos en la relativización de los conceptos; en los días en los que corremos el peligro de mal entender el concepto de libertad, una sociedad civil fuerte, con una ética común, basada en los principios generales que dignifican al hombre y que lo convierten en ser portador de derechos y de deberes semejantes a los de los otros miembros de la comunidad. El resto es salir de un mal grande para sumergirnos en otro peor. Quizás no estaría mal empezar a interpretar la situación actual desde esta perspectiva. Quizás.
domingo, 13 de febrero de 2011
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1 comentario:
Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:
¿Ve?, hablar así es decirlo un poco melifluamente. No es que no estaría mal, es que como no se corrija un poco la situación vamos abocados al caos.
Saludos.
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