Y qué bien se habla. Porque se habla todo para sí; y el que quiera seguirle que le siga. Merece mucho la pena. Hoy voy a dar de nuevo la voz a uno de mis autores preferidos, el provocador universal, el atrevido, el desconcertante, el vitalista, el egotista, el prestidigitador, el… MIGUEL DE UNAMUNO. Me provoca tanto, que vuelvo a sus escritos sin fin determinado, solo siguiendo el impulso más inmediato. Tal vez porque sé que puedo regañarle, entablar discusión, decir que es de los grandes, acusarle de estrafalario, sentir que a veces no es más que un niño travieso, gritarle que se asome a otros espacios, sentir cómo se le va la vida en cada palabra…
Que sea él mismo el que hable: “El amor espiritual a sí mismo, la compasión que uno cobra para consigo, podrá acaso llamarse egotismo; pero es lo más opuesto que hay al egoísmo vulgar. Porque de este amor o compasión a ti mismo, de esta intensa desesperación, porque así como antes de nacer no fuiste, así tampoco después de morir serás, pasas a compadecer, esto es, a amar a todos tus semejantes y hermanos en aparencialidad, miserables sombras que desfilan de su nada a su nada, chispas de conciencia que brillan un momento en las infinitas y eternas tinieblas. Y de los demás hombres, tus semejantes, pasando por los que más semejantes te son, por tus convivientes, vas a compadecer a todos los que viven y hasta a lo que acaso no vive pero existe. Aquella lejana estrella que brilla allí arriba durante la noche se apagará algún día y se hará polvo, y dejará de brillar y de existir. Y, como ella, el cielo todo estrellado. ¡Pobre cielo!
Y si doloroso es tener que dejar de ser un día, más doloroso sería acaso seguir siendo siempre uno mismo, y no más que uno mismo, sin poder ser a la vez otro, sin poder ser a la vez todo lo demás, sin poder serlo todo.
Si miras al universo lo más cerca y lo más dentro que puedes mirarlo, que es en ti mismo; si sientes y no ya solo contemplas las cosas todas en tu conciencia, donde todas ellas han dejado su dolorosa huella, llegarás al hondón del tedio de la existencia, al pozo de vanidad de vanidades. Y así es como llegarás a compadecerlo todo, al amor universal.
Para amarlo todo, para comprenderlo todo, humano y extrahumano, viviente y no viviente, es menester que lo sientas todo dentro de ti mismo, que lo personalices todo. Porque el amor personaliza todo cuanto ama, todo cuanto compadece. Solo compadecemos, es decir, amamos, lo que nos es semejante y en cuanto nos lo es y tanto más cuanto más se nos asemeja, y así crece nuestra compasión, y con ella nuestro amor a las cosas a medida que descubrimos las semejanzas que con nosotros tienen. O más bien es el amor mismo, que de suyo tiende a crecer, el que nos revela las semejanzas esas. Si llego a compadecer y amar a la pobre estrella que desaparecerá del cielo un día, es porque el amor, la compasión, me hace sentir en ella una conciencia, más o menos oscura, que la hace sufrir por no ser más que estrella y por tener que dejarlo de ser un día, Pues toda conciencia lo es de muerte y de dolor.
Conciencia, conscientia, es conocimiento participado, es consentimiento, y con-sentir es com-padecer.” De “El Sentimiento Trágico de la Vida”.
¿Es esto amor o es egoísmo? Qué fantástico es eso de igualar amor con compasión. También com-padecer es padecer en común. Y el padecimiento más “comunitario”, por universal, nos lleva a la conciencia universal a la que aspira Unamuno y que identifica con la idea del Dios. Por eso afirma que cada ser crea a Dios en su conciencia y en su com-padecimiento. Es ahí donde encuentra cauce para sus ansias de eternidad, de persistirse después de la muerte, de perdurarse y de superar la lucha a muerte entre la razón (aniquiladora y temporal) y el sentimiento (universalizador y aspirante a la eternidad. Es, claro, su Sentimiento Trágico de la Vida.
Este don Miguel de Unamuno y Jugo…
Que me voy al Buen Pastor. Allí la realidad física y cotidiana no sé si le da toda la razón al pensador vasco. Voy a ver.
viernes, 25 de febrero de 2011
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1 comentario:
Cómo te identificas con él...pero no sufras tanto, aunque eso te haga sentir vivo.
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