domingo, 20 de febrero de 2011

LA PÁGINA ESTÁ EN BLANCO

He asistido esta mañana a la Junta Anual Ordinaria en el Buen Pastor. Es el primer acto “oficial” al que acudo en esta nueva etapa de colaboración, o de voluntariado o de no sé muy bien cómo llamarla. Seguro que este asunto va a condicionar mi actividad diaria bastante durante un largo período.

Tengo que reconocer que algo me asusta. No por el trabajo pero sí por lo desconocido y porque la constancia no es mi principal virtud. Por eso me apura mirar hacia el futuro y acotar nada menos que dos años. Lo demás todo encaja y estimula. Los que ya llevan tiempo dicen que engancha.

Uno se acerca al Centro y lo que ve es un conjunto de caras en positivo, dispuestas a ayudar, sin la espada pendiente ni de la legalidad ni del beneficio propio, sin mirar hacia uno mismo sino a todo lo que le rodea, sin buscar diferencias sino con el ánimo de limar desigualdades y provocar la ayuda, con el propósito, en fin, de hacer la vida un poco más agradable a un grupo de personas que no están precisamente entre aquellas que gozan de mejores condiciones de vida, ni en lo económico ni muchas veces, ay, en lo anímico.

Negarse a abrir la mano en estas condiciones no es posible, es un imperativo moral decir aquí está lo que sea porque la razón resulta apabullante, hasta tal punto que se gana para el corazón cualquier reflexión.

Es cierto que enseguida se pueden ver capacidades distintas, tiempos y agilidades diferentes, disponibilidades desiguales… Pero todo lo iguala la buena voluntad y el convencimiento personal de que no se puede dejar todo a las posibilidades individualizadas de cada ser humano. Son tan diferentes, que no hay otro remedio que empujar para intentar igualar un poco tanto desnivel.

Resulta de sumo interés analizar cuáles pueden ser los impulsos que llevan a cada uno a dejarse allí muchas horas sin ninguna recompensa económica. La reflexión, por supuesto, se puede extender a todas las actividades similares. Es un buena forma de entender por qué, a pesar de todo, el mundo sigue ahí y hasta se mueve, incluso por qué merece la pena vivirlo.

Porque no hay actividades de este tipo que se puedan mantener durante mucho tiempo sin una escala de valores que las sustenten. Tal vez cierto tipo de ideología, acaso cualquier impregnación religiosa, quizás alguna tradición familiar… Quién sabe.

Tampoco es mala cosa situar en su sitio el valor de la justicia y el de la caridad. Que no es moco de pavo darle vueltas al asunto. Aquí lo tengo un poquito más claro: solo la caridad cuando falla la justicia; es así que falla muchas veces la justicia, luego…

Las instituciones de este tipo tradicionalmente han estado ligadas directa o indirectamente a referentes eclesiásticos. También esta, que conserva como figura en la Junta al párroco de la iglesia más próxima, por más que es bien seguro que es un poco hija de todos los que habitan esta ciudad estrecha (también el alcalde forma parte de quienes la presiden). Es verdad que a la Casa acuden y prestan sus servicios en ella personas de todo tipo, pero tengo que confesar que he visto muchas caras de las de misa y cofradía, para entendernos. Algo habrá que decir ante estos datos, sobre todo a los que, como yo, no pertenecen precisamente a esos ambientes.

En fin, son tantas cosas… Espero conocer bien a la gente que entrega sus días últimos a esa vida reglada en manos de otras manos cooperantes. Hay tanto que aprender. Y tal vez que pensar. Y que escribir.

La página está en blanco y el lápiz afilado.

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