domingo, 9 de enero de 2011

ESE TENSO SILENCIO

De vez en cuando me pregunto por los mecanismos que nos permiten contener nuestros impulsos ante las injusticias continuas que se producen a nuestro alrededor. Porque no existe relación lógica entre los hechos que se producen y las iniciativas que tomamos ante ellas.

Es verdad que hay personas que desproporcionan esa relación por el exceso de responder en demasía ante lo que podrían fácilmente contenerse, pero me parece que es mucho más frecuente el hecho de reprimirse y de no actuar ante tanta desmesura y ante tanta desigualdad como se genera a cada momento.

Si el mundo se moviera por los impulsos, emotivos o lógicos (también pueden ser lógicos si se producen al final de una reflexión), que piden tanto el cuerpo como el sentido primero, esto no tendría paz ni por asomo. De esta manera, sin embargo, el abuso sigue y sigue, con escaso pudor para frenarlo y reprimirlo.

Valga el ejemplo de este país. Hay en este momento más de cuatro millones de parados y no hay revuelta social que exteriorice la desazón y el descontento. ¿Qué pasa? ¿Cuáles son las razones? En otros lugares, por supuesto, los descalabros y los atropellos son aún mucho más evidentes. Y si no, un paseíto por la geografía africana y a contar.

Seguro que, como sucede siempre, la causalidad es múltiple y las reducciones exageradas no son más que eso.

Pienso para nuestro país en elementos de tipo religioso y no sabría decir ni si aquietan a demasiadas personas ni si eso es bueno o malo, aunque tengo para mí que su influencia no es pequeña. En este asunto, la religión también creo que funciona como opio del pueblo, con todas las consecuencias y anestesiantes propios de todas las teorías religiosas. La historia me parece que se ha conformado en buena parte con la relación de proximidad entre el poder civil y el religioso y con la aquiescencia de los elementos religiosos para calmar a las comunidades en sus desigualdades y en sus injusticias.

Observo con curiosidad que, en estos momentos, momentos de gobierno de la teórica izquierda, son los medios de la derecha (¿cuántos quedan que no lo sean?), más próximos a la estructura de la religión, o sea, a la Iglesia, los que más incitan directamente a la rebelión cívica, y no sé si a la otra también. Qué revelador me parece. Pero no sé si también llegan tarde estos medios de masas cuando se dedican con todas sus energías y sus cuentas de resultados a crear una escala de valores en los individuos que en poco mira más allá del momento presente, ni hacia el pasado ni hacia el porvenir. Me parece que, ahora, puede más el susto y el no saber qué hacer que no la reflexión, la organización y la actuación racional y a largo plazo.

Y por ponerle un puntito positivo, acaso, una vez más, no sea lo mismo la opinión pública que la opinión publicada. Según esta última, andamos en medio del fin del mundo, nada tiene remedio y el apocalipsis se puede haber pasado de moda con lo que está sucediendo. La culpa, según esa opinión publicada, ya sabemos que recae toda ella en la cabeza de unos cuantos dirigentes que tienen rabo, que no alcanzan el uso de razón y que todo lo que hacen lo realizan poco menos que siguiendo la consigna del maligno. Sin embargo, la opinión pública tal vez piensa que el mejor análisis tal vez no sea ese y que la culpa acaso ande repartida entre todos, también entre aquellos que se esfuerzan en anunciar el fin del mundo cada día.

Estas, y muchas más, tal vez sean algunas de las razones que soporten la situación actual, tan compleja y tan aparentemente desequilibrada. En todo caso, necesitamos como agua de mayo que alguien ponga cabeza para que no nos la rompamos todos, que la sociedad civil sea mucho más fuerte que lo que lo es, que seamos capaces de presentar un esquema con perspectivas de futuro, que tengamos algo de idea de por qué y para qué hacemos las cosas, que los esfuerzos que se nos pidan tengan un propósito final que podamos compartir, que nuestras conciencias asuman la tarea individual y colectiva de participar y azuzar las conciencias, que el tiempo pasado y el futuro vuelvan a tener sentido, que nos compren a todos gafas de largo alcance para que podamos ver los árboles pero también el bosque, que…

Dicen que el año que empieza no presenta buenos horizontes. Ahí hay tarea.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

No es solo cuestión de religión....es la desazón, hartazgo y poca credibilidad que tenemos en los políticos,esto, unido al egoísmo y la pereza que nos provoca estar instaurados en la sociedad del bienestar ha acabado con todo el impulso revolucionario que nos llevaría a la lucha, nuestros padres fueron la "generación del esfuerzo", nuestros hijos la "generación de dármelo todo hecho y con exigencias".