viernes, 31 de octubre de 2008

EL CURA ANTONIO

¿Por qué tanta noticia negativa? Todo se precipita. Y yo quiero jurar que no me gusta pensar y comprobar que todo camina sin parar hacia el dejar de ser.

Ha fallecido Antonio, el cura Antonio, el Cura. Lo escribo así, en mayúsculas, porque para al menos dos generaciones él fue el cura por antonomasia. Mi relación con él fue larga y de una amistad a prueba de bomba. Algún azar extraño hizo que se fijara en mí, que me animara a dejar el trabajo, que me dedicara al estudio, que estudiara y que me dedicara a la enseñanza. En buena medida le debo a él el cauce que tomó mi vida y que me ha llevado por donde me ha llevado. Pero sobre todo tuvimos una amistad muy larga y muy sincera. Pronto me di cuenta de que mis ideas chocaban a veces con las suyas pero eso no fue obstáculo para que nos confiáramos cosas, para que charláramos, para que realizáramos muchísimas actividades juntos, para… ser unos estupendos amigos. Cuando comenzó su larga y penosa enfermedad, algo sucedió para que nos distanciáramos un poco. Creo que sé la razón pero no tengo ganas de proponerla aquí. Qué más da. Nunca perdimos nuestra amistad, pero ya nada volvió a ser lo mismo. Hoy ha puesto fin a esta carrera que ya tenía tan perdida. Me he sentido muy triste cuando lo he visto postrado ya cadáver, y a la vez he sentido el alivio de saber que ha dejado de padecer después de tanto tiempo.

Antonio fue siempre y sobre todo bondad y visión optimista de la vida. Y como vivía la vida la transmitía. Creo que su bondad no era la del imbécil intelectual y ayuno de razón sino la del que, desde el fondo de la razón, anda un poco de vuelta y se refugia en la templanza y en la visión tranquila y sin dogmatismos. En ese terreno es en el que nos encontrábamos siempre. En esa postura es en la que lo admiraba más. Con frecuencia sublimaba ese estado en el gozo de verse un elegido. Es imposible olvidar que se trataba de un sacerdote. Copio aquí unas palabras que lo reflejan bien:
“Una mañana de fiesta nací a la vida en Ledrada, señora del Sangusín y reina del atardecer.
Una mañana de sol me hizo Dios de barro y cariño especial; y con un cuidado exquisito me sentó sobre la tierra parda y morena de la vida bebiendo la luz de un sol tímido, vergonzoso pero radiante de esplendor y claridad.
Y me dijo: Hala, Antonio, a la Vida, que mucha gente te espera, te quiere, te necesita.
Y las flores todas del valle se transmitieron la noticia unas a otras: Ha nacido Antonio, ha nacido Antonio…”

Con este estilo directo habló, escribió y vivió. Hoy lo ha dejado todo. También en mis palabras su recuerdo, el recuerdo de un amigo, la admiración y el reconocimiento. Adiós, amigo.

Y mañana se marcha mi madre a Salamanca. Ya estoy pasando malos ratos. Mañana no será menos. Pero he de reponerme y levantar la cara. Lo haré seguramente. Ya veremos.

jueves, 30 de octubre de 2008

AHORA QUE TÚ TE MARCHAS

Ahora que tú te marchas, madre, después de estos meses con nosotros, debo decirte algo. Es algo muy sencillo. Sencillamente esto: Te quiero como nunca te he querido. Te quiero mucho, madre, te lo juro, te quiero mucho, mucho, mucho. No debería dramatizar este momento. De hecho he escogido este día (es lunes cuando escribo y aún faltan algunos para que se produzca tu marcha) para no sentirme perdido en el momento exacto en que te vea partir.

¿Qué voy a hacer ahora sin tu presencia intensa y continuada? En muchos momentos me he sentido vencido, cansado y sin recursos, lejos de mi paciencia, siempre escasa, próximo al desaliento y a la mala palabra. Pero te he querido tanto, madre, te he abrazado tanto, te he dado tantos besos, te he sentido tan cerca, he dado tantos pasos junto a ti, he visto amanecer y llegar el crepúsculo besándote las manos y pidiéndote calma y sosiego, rogándote silencio, perdiendo mi paciencia, renegando de todo. Pero te he querido tanto, madre…

Has estado al amparo de otros seres fantásticos. Angelines ha sido tu sustento en nuestras horas de ausencia. Cómo echarás en falta sus caricias, sus palabras de ánimo, sus cuidados continuos, sus besos, su paciencia. Ha sido como una hija más, y de las mejores; tú bien que lo sentías cuando llegaba a casa. Y has gastado el nombre de Magdalena para dejarlo ya de sonsonete en tus balbuceos: “Madalena, Madalena, Madalena”. ¿Tú te das cuenta, madre, qué compañera tengo tan fantástica? ¿Cómo podré pagarle, en tu nombre y en el mío, tanto desvelo, tanta atención, tanta paciencia, tanto ánimo, tanto cariño, tanto empeño en vencer el desaliento, tanta dulzura siempre, tanto amor? Si tú supieras, madre, que ella perdió a su madre tan solo tres meses antes de que vinieras a estar con nosotros. Si tú supieras, madre, que tu presencia para ella era continuación del cariño tan denso que dedicó a su madre, que tenerte es sus brazos o darte de comer era como darle de comer o abrazar a su propia madre. Nunca sabré cómo pagarle todo lo que contigo ha hecho y seguirá haciendo cuando lo sigas necesitando, pero te juro que lo voy a intentar; se lo merece todo y un poquito más. Es fantástica, madre, a pesar de que también entre nosotros nos regañemos por otras menudencias.

Estoy muy orgulloso de los cuidados que te hemos dispensado. Esta vez he tenido a la madre más tierna porque he tenido a la madre más desvalida y más necesitada, la que llega cansada y desorientada después de muchos pasos en el largo camino de la vida. Ahora no tendré prisa cuando acaben mis horas de trabajo por correr a abrazarte y a sentarme a tu lado. Llegaré hasta mi casa y encontraré el sillón vacío, sin tu presencia diminuta y tierna. Cuando salga a la calle, no miraré el reloj ni tendré prisa por regresar corriendo. Tú no estarás pidiendo mi presencia como lo haces ahora, aunque no me identifiques siempre como a tu hijo en esa nebulosa en que te hallas. Para vengarme, me sentaré yo mismo en el sillón que te he cedido estos meses y me sentiré tú misma, quizá me acaricie lentamente como tú hacías con mis brazos y mis manos.

Te sentiré más lejos y te iré a visitar. Tal vez tú perderás mi referencia, o la escondas en unas coordenadas que no entienda. Yo te querré lo mismo. Porque te quiero mucho, madre, mucho, mucho, mucho.

miércoles, 29 de octubre de 2008

SI NO FUERA...

Se dice que corre por las venas de media España una vena anticlerical que siempre anda que revienta. El tema es algo confuso y tiene muchas aristas. A mí me lo parece. Pero una de esas aristas, de las que más cortan, tiene que ver, sin duda, con el hecho de que en este país ha existido durante toda la Historia un poder clerical que ha reventado cualquier templanza y cualquier buena voluntad. Mirar para atrás es siempre contemplar el mismo amanecer y el mismo anochecer, la sopa de convento, la España de Frascuelo y de María, las Vírgenes de todos los colores, los púlpitos, los palios para todos los poderes y para todos los poderosos, las guerras a cuchillo en nombre de algún dios, los juicios sumarísimos, las interpretaciones escondidas solo en manos de los sátrapas, los ricos y el ojo de la aguja, los confesonarios y el control de las conciencias, la enseñanza y las “santas” costumbres, las pelas con patente de eternidad y de misas con responsos, los poderes vivos, los temores por todas las esquinas ante un dios justiciero, la coyunda automática con el rico de siempre, el inútil intento de trascenderlo todo, de someterlo todo a sus propios criterios…

Yo no puedo negar que al lado de tanto despropósito existen obras y seres sencillamente fantásticos, de los de dar y no pedir a cambio, de los de ponerse en el lugar de las necesidades de los otros, de los de no entender de límites, de los de hacerle frente a las situaciones de las que los demás escapan. Conozco a mucha gente y los admiro. Si no fuera la iglesia negadora, portadora del no como consigna, pensando en el castigo como norma, recelosa del júbilo del amor de todo tipo, miedosa y siempre cerca del fracaso, estaríamos hablando de otra cosa.

Otra vez Unamuno: “Los excesos del sacerdocio, constituido en casta, han producido un movimiento anticlerical, al que se adhieren no pocos espíritus religiosos y creyentes. No es raro encontrar católicos muy católicos que son anticlericales.” Y añado yo: Y si no fuera por muchos arrimaditos a los sacerdotes, en forma de profesores o de acólitos, de beaterías o de formulismos, que los hacen a todos buenos con sus comportamientos…

Por encima de todo esto, además, sigue volando el pájaro de la modernidad. Mientras no separemos razón de fe, no habrá posibilidades de casi nada. Y esto, en los monoteísmos, es como pedir peras al olmo o que el almendro florezca en agosto. O sea.

martes, 28 de octubre de 2008

Y NO SÉ QUÉ DECIR

Qué misterioso me resulta observar cómo la vida se va entregando poco a poco sin un sentido claro. Aquellas famosas preguntas del de dónde vengo y hacia dónde voy siempre quedan colgando y sin respuesta. Y la vida continúa, con respuesta y sin ella. Porque los días pasan, se suceden, viene la lluvia, nos visita el frío, se anuncian tempestades, mañana será miércoles, yo volveré a mis clases después de un par de días enjuagando mi garganta, nos esconderemos al amparo de la calefacción, mi madre seguirá en su mundo y desajustada, jugaremos a llenarnos de paciencia y a sentir lo importante del cariño, se morirán más seres y nacerán otros nuevos… Bueno, ¿y qué? ¿Y todo esto de qué sirve?, ¿cuál es la perspectiva?

En realidad me pregunto estas curiosidades sin respuesta porque no quiero ver mi fin tan próximo, por una falsa alarma ante la perspectiva que se agota en la esquina, por un cuajarón turbio que aspira a mirar un poco más allá del tiempo irremediable, por esa sensación y ese deseo de perpetuarse una mijina más, un ratinín más largo, una miajirrinina de añadido que no es ni un triste consuelo porque exige después otra porción de tiempo, y así hasta el infinito.

Hay una escapatoria interesante, que sirve de consuelo, aunque no me explique nada o casi nada de las primeras preguntas. Se trata del esfuerzo y la prolongación en los más próximos, en los hijos, en los padres y en los que viven cerca. En ellos voy dejando una semilla que repetirán ellos con la generación siguiente y que irá prolongando esta cadena que mantiene visible lo que aislado no tiene ningún sentido. Quizás esa sea la única forma de no morirse o al menos de dar un poco de sentido a la muerte. Porque pienso otra vez con Unamuno: “Porque no quiero morirme del todo, y quiero saber si he de morirme o no definitivamente. Y si no muero, ¿qué será de mí?; y si muero, ya nada tiene sentido.”

Hoy me contemplan tres generaciones. Y se anuncia una cuarta. Los extremos son débiles, apenas son soportes debilísimos que se pueden romper por cualquier parte. Hay que cuidarlos tanto… Miro hacia las dos partes y no sé qué decir. Y me miro a mí mismo y me quedo en silencio, pensando en las preguntas, sin ninguna respuesta, lanzado a transitar por el camino, sin un rumbo de luz pero empujado a andar, a echar un pie tras otro sin descanso. Me gustaría tanto ver con serenidad el horizonte…

lunes, 27 de octubre de 2008

DE VERDAD QUE NO SÉ

Me reconozco una vez más demasiado propenso a la lágrima fácil y a la emoción frecuente. Es muy extraño el día en el que no se me inyecten los ojos con un rocío de lágrimas. Y además varias veces. Las razones son múltiples y a veces, casi todas, seguramente inocuas, al menos para muchos: la sonrisa de un niño, su lloro sin razón reconocida, la perspectiva inútil de una persona anciana, una injusticia gruesa (son tantas que apabullan), una caricia tierna, acciones sin sentido (mi madre ahora mismo hace como que cose y yo la miro y no puedo parar y me derrumbo), tantos hechos hermosos que pasan por la vida sin ser casi notados… Qué sé yo, tantas cosas…
A veces me propongo ser más “fuerte” pero no lo consigo. Otras veces sencillamente dejo correr la rosa de los vientos y me pregunto por qué he de retenerme si no hago mal a nadie. Pero no tengo ninguna certeza de que esta tendencia mía sea beneficiosa o no me aporte nada ni contenga bondad por ningún sitio. De verdad que no lo sé. Y lo he pensado mucho.

Por puro azar me encuentro con este pensamiento de Unamuno (¿Por qué no he vuelto a él desde hace meses si siempre ha removido mi conciencia, ese don Miguelón tan entusiasta, tan sincero, tan contradictorio y tan suyo para poder ser de todos?): “El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales le diferencia sea más el sentimiento que no la razón. Más veces he visto razonar a un gato que no reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro, pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado”. Así, hala, todo patas arriba, como regodeándose al enfrentarse a las afirmaciones más corrientes y a los tópicos tópicos de todos los humanos. Me lo imagino siempre así, con visión quijotesca frente a tanto molino.

Bueno, a primera vista, que un segundo repaso nos presenta otra foto con otro colorido. Tengo para mí que eso de los afectos o sentimientos se puede fotografiar en dos momentos. Cuando son el producto del principio de un proceso, me interesan bastante menos, por su carácter de instinto. Cuando representan el final de un proceso, entonces precipitan un producto de los de cinco estrellas pues son como el resumen más noble de todo el pensamiento. Estos sí me interesan, me parecen un producto de los de más quilates. Eso sí que es ser humano. Y no aleja precisamente a la razón de su génesis sino todo lo contrario, sin su concurso no tienen sentido.

En todo caso, me instalo en el sentimiento porque no puedo hacer otra cosa. Y porque no quiero. No me parece malo. Aunque no se lleve ni ande muy de moda ni cotice. Tampoco es que la bolsa ande para presumir demasiado. Así que a ver ese intento confuso de mi madre con la aguja en la mano.

domingo, 26 de octubre de 2008

NO HE ESTADO PARA NADA

¿Para qué sirve el dolor? Es la pregunta del millón y, tras su respuesta, han andado demasiadas mentes pensantes. No seguiré yo ahora la senda filosófica. A mí me ha servido estos tres últimos días para algo mucho más grosero y vulgar: para no acudir a la cita conmigo mismo en este breviario. Una faringitis demasiado aguda me ha llenado de dolor, hasta lo insoportable, la garganta, los oídos y toda la cabeza. Jamás había sentido un dolor tan intenso. Y me ha servido también para entregarme sin defensa a lo que de mí quisiera hacer ese dolor. Ayer, en medio de la batalla por mitigar un poco la dolencia, pensaba en las personas que luchan con el dolor durante largo tiempo, en lo importantes que resultan los paliativos y los medicamentos que lo mitigan y en lo que han podido ser otras épocas en las que esta lucha contra el dolor era más difícil. Y todo esto con mi madre en casa, con Nena atendiendo todo y con un gran miedo por mi parte por el peligro de transmitirle a mi madre lo que pudiera ser parte de gripe. Los antibióticos han comenzado ya a hacer algún efecto y ahora me encuentro bastante mejor, aunque parece que esto deriva en un catarro intenso y tengo que tener mucho cuidado en no propagarlo.

En medio del dolor vi el viernes parte de la entrega de los premios Príncipe de Asturias. Siempre que puedo veo esta ceremonia. Lo hago por reconocer al ramillete de personas interesantes que allí se reúnen como premiadas, no como amante de los protocolos. El tipo de premios establecidos me gusta y en ellos vengo a reconocer a personas que destacan, muchas veces de manera callada, en el beneficio de la comunidad. Allí había organizaciones que luchan denodadamente contra la malaria o científicos que tanto han ayudado desde sus laboratorios al beneficio de la humanidad, o alguna persona que ha desarrollado en Hispanoamérica una fórmula musical que ayuda de manera sobresaliente a muchísimos jóvenes y los aleja de otros caminos más complicados. Y otras gentes. Cuando los veo allí reunidos, me da un aire de optimismo en las posibilidades de la comunidad y siento que existen muchas, muchísimas personas que merecen realmente la pena.

Y me perdí el sábado la entrega de los Premios a la Libertad que organiza el PSOE de Béjar. En estos premios siempre he tenido mucho que decir y, en alguna medida, me siento uno de sus progenitores. Allí tendría que haber estado, este año para leer algún poema que pusiera alguna gota de sensibilidad e hiciera pensar un rato. No estaba para nada, solo para abandonarme a lo que el dolor quisiera. Como nos habíamos repartido el trabajo LF Comendador y yo mismo, el arreglo fue sencillo: doble ración poética para él. También en esta convocatoria tratamos de premiar a gentes que nada tienen que ver con los usos de la fama y de la tontería. Este año le tocó al doctor Montes, ese buen hombre que ha sufrido lo indecible por ayudar a paliar el dolor y a bien morir a los que sufren lo que no es soportable. Es como poner un contrapunto al fariseísmo reinante entre los que prefieren el dolor humano de los demás con tal de salvar unos mandatos inventados e inhumanos. Mi enhorabuena para él y para todos los que realizan esta hermosa labor que tanto sufrimiento evita.

Pero la tempestad siempre deja un ambiente más sereno y hoy me encuentro al menos soportable, con un trancazo a cuestas pero con la sensación de que he vuelto a mi ser, de que las ganas me han vuelto a habitar y con la seguridad de que todo volverá a la calma, de que la vida sigue y de que yo seguiré con ella, atado a sus caprichos y a sus leyes, y sujeto a las mías, a mis caprichos y a mis ilusiones. Así que busco la claridad, la fuerza y el empeño. Aunque no estoy precisamente en la mejor forma, volveré a los entrenamientos porque el partido sigue. Y hay que jugarlo.

jueves, 23 de octubre de 2008

QUIZÁS SOLO UN RESPIRO



Es la naturaleza una amalgama en la que nos refugiamos cuando la línea recta se nos pierde por curvas y quebradas. A veces, contemplarla y ver cómo actúa es la mayor certeza de la pequeña cosa que somos cada uno. Es lo más implacable, lo más definitivo, lo que sabe guardarse contra cualquier castigo, lo que almacena todo, lo infinito, lo que acecha y devora sin tener compasión.

Plegarse a sus designios tal vez no sea lo más humano. O acaso sí, qué sé yo. ¿Qué puede ser un hombre si no lucha por componer su vida de acuerdo con las leyes que regulan su poco de razón? ¿Adónde llegará si no se afirma como ser con sentido y aspiraciones propias?

Sin embargo, la guerra siempre estará perdida. En tiempos, en espacios, en leyes, en caprichos, en ciclos que repiten sus leyes casi eternas. Siempre levanta armas de vencedora, se lleva los trofeos, los acumula y sigue a su capricho, como si no tuviera compasión de nadie.

A veces me transmite algún consuelo si interpreto sus avisos con algún recorrido y alguna perspectiva. Pienso en la sinrazón del dolor de las personas. Hacerlas conscientes de su situación dificultosa no encaja en los esquemas si no es de dioses justicieros y nunca bondadosos, o sea, en insensateces y descomposiciones mentales. Tal vez como defensa de tanta certeza dolorosa, la naturaleza ofrezca a los seres humanos, sobre todo en los últimos tramos de la vida, un refugio en niveles de consciencia menos nítidos y más desdibujados. Acaso todo sea un anticipo, un suicidio espaciado, un acabarse sin la brusquedad de lo inmediato, sin el golpe brutal del corte repentino.

Tal vez nada de esto tenga ninguna consistencia y sea solo un respiro y un engaño que me concedo a mí mismo y que me hace más pasajera la idea del disparate cósmico que me mide y me puede cada día. Qué sé yo. Quién pudiera saberlo.

miércoles, 22 de octubre de 2008

SIN SABER LA RAZÓN



Mi mano está cansada y no sabe la causa por la que escribe. Tal vez para librarse del olvido, tal vez para afirmarse, tal vez para llamar a otras manos que pasan por el aire y no se detienen a mirar sus dedos, tal vez por recordar que llovió mucho y no guardó la calle la humedad ni el frío. Hay causas, siempre hay causas, nunca existe una causa. Y llamarla a que salga al escenario no es sencillo. Yo no lo tengo claro.

Pero aquí están mis dedos, mis impulsos, este rato en silencio robado a los inicios de la noche para dejar constancia de otro día de visitas, de frío, de lluvia y de nieve. Han llegado las nieves bruscamente a lo alto de la sierra y a sus faldas. ¿Vendrán para quedarse? Ya tendré vistas blancas desde mi terraza, me sentaré a mirarlas lentamente, llenaré mis pupilas del blanco de las noches. Porque ya el color de las noches será blanco para mis ojos siempre, con la luna allí arriba, sorprendida, y más allá, en el cielo, las estrellas, que, al claro de la luna, se mostrarán más bellas y encendidas. Y aquí abajo, nosotros, con nuestra vida a cuestas, con nuestros sueños vivos, con el aire sonando, ululando y lamiendo las paredes, con las mañanas tardas, con los días más pequeños, con la rutina al hombro.

Y es que hay días que pasan sin pasar, sin dejar ni una huella, ninguna raspadura, ni una brizna de polvo que guarde los recuerdos, a la espera de que el viento, de nuevo los levante y los lleve por el cielo, ni un maldito momento que llevarse a la boca.
Pero hemos vivido y hemos respirado muchas veces, hemos andado un poco, se nos ha prolongado el hermoso festín de la palabra, nos hemos visto juntos en esta vía angosta. Y nos hemos mirado frente a frente, afirmando en los ojos que merece la pena seguir mirando alto, creciendo y deshaciéndonos, muriéndonos un poco, viviéndonos un mucho… Viendo pasar el tiempo.

lunes, 20 de octubre de 2008

EL DÍA YA PUSO FIN



Hoy relajé mi vista otra vez por los amarillos del campo, en un ratito libre que tuve por la tarde.

¿Por qué uso yo este tiempo verbal si el día no ha terminado? No creo que sea casual que se me escape el ánimo hacia algo realmente terminado. Es verdad que para mí el día ya puso fin. La noche es otra cosa, otra historia distinta, siempre atento y a punto del desvelo, deseando la serenidad más que nunca y anhelando que lleguen las primeras claridades sin novedad importante que contar. Hoy tiene que ser buena porque toca y no pueden ser tantos los desvelos. La última vez que me conjuré para que así fuera, resultó todo un fiasco. Pero hoy no puede ser, hoy tiene que venir el espíritu que calma todo ruido, que serena los ánimos, que apacigua las ansias, que nubla las conciencias. Tiene que ser así. Yo lo deseo. No quiero esperar más. Vamos a ello. Que todo Dios descanse, se lo mando.

domingo, 19 de octubre de 2008

NO MÁS DE TRES APUNTES, TRES MINUTOS



Pon un lugar para el dolor y otro para el júbilo. Ten los dos a punto y en cámaras cercanas y, siempre, abre una puerta y déjala entornada para que se den la mano los habitantes de los dos espacios. Verás cómo, en la noche, se llamarán en susurros y se citarán, cada día en una mesa preparada al efecto, se sentarán a ella, se servirán bebidas y brindarán por el camino andado en compañía. Repasarán el día entre dos brindis y ahogarán los lamentos en lo hondo de las copas; después se quedarán libando lo más dulce, se dormirán cansados y notarán que son de un mismo origen, que se han tejido siempre en los mismos telares, que se han dado la mano tantas veces que ya no las distinguen, que se aman como se aman los que están olvidados de su olvido.

El sol pasa revista cada día a las cosas del suelo. En otoño parece que le entran las prisas y anda con más desorden y más al vuelo. Lo conozco en las tardes, en los ángulos que forma su espejo en la plaza, en la sombra que gana en la carrera, que se afirma en sí misma y se persigue, en los tibios rincones que me acogen también como con prisas y al acecho de nuevas posiciones. En la gente que pasa algo furtiva, en los últimos muchachos que se afanan en ganarle unas horas, en el horario que me impone siempre para salir al aire y ver su cara. El sol lleva la vida. Y yo me inscribo en ella y me sumerjo, y me dejo llevar por su porfía, y soy espectador de las tardes de sol, de la estampa de luz en las laderas, del último horizonte en que se pierden los restos de la vida, del sol que se despide y se entristece, de la tarde que se alarga, de la noche que llega sorprendida.

He bajado hasta el Parque, en unos minutos robados a mi tarea continua. Tan solo una pasada de ida y vuelta, sin tiempo para más. Qué bullicio de pájaros, que algarabía de niños jugando con las últimas luces de la tarde. El suelo ha recogido ya muchas hojas que pierden el sentido de estar entre las ramas. Ellas saben que van de recogida, de nuevo hacia la tierra, a dar abono justo, tras el largo abandono del invierno, a los primeros soles de otro ciclo, allá en la primavera. Ellas van a la muerte, los niños y los pájaros proclaman con sus gritos lo intenso de la vida. Yo los he visto a todos y he seguido en silencio por un camino incierto y pensativo.

sábado, 18 de octubre de 2008

BRINDO POR ELLO



Hoy rescato el minuto de la alegre presencia de mis hijos. Su estancia entre nosotros es siempre bienvenida, aunque estos días suponga también andar más apretados. Hoy contaba mi madre: “!Cuántos somos!”. Y se quedaba absorta contemplándonos, tratando de ajustar en su cabeza un número que es mágico. Y luego sus palabras: “¿Quién es este? Pues yo no te conozco. ¿Eres de casa?” Y vuelta hacia su mundo, que es solo para ella casi siempre. Juan Pablo la mima y la tranquiliza con fuerza de hechicero, con amor de nieto agradecido, con besos que son tiernos, con susurros continuos. ¡Y logra sumergirla en cierta calma! ¡A veces hasta ensaya un breve sueño! Cuánto se lo agradezco.

La lluvia, el breve sueño, la presencia de toda mi familia, me han negado la fuga de otros sábados un rato hacia el camino y hacia la naturaleza. Rescato otro minuto de recuerdo para los que sí han ido a sumergirse en lluvia. Me han mandado unas fotos. Manolo, muchas gracias. Elijo una de ellas y la adjunto.

Y el resumen brevísimo de otra jornada al pie de la trinchera, con Nena muy cansada pero siempre en primera línea del frente. No sabré agradecérselo como se merece, pero voy a intentarlo. Y el sabor de que, a pesar de tanto contratiempo, la presencia de todos los que quieres y de los que vas a querer, tejen un día distinto, acaso más sabroso que lo que yo esperaba.

Vale, brindo por ello.

DE NUEVO ANTE LA NOCHE

El día se ha desmayado en una tarde gris y cenicienta, hasta dejar la lluvia cuando ha llegado la noche por los cielos. Comenzó bien el día, con un sol incipiente, que iba poniendo claros en la paleta de los ocres densos que ya pueblan el valle y las laderas. Hay que venir a ver estas sierras para ver cómo brillan las faldas y los valles, cómo el otoño es cielo, si es que existe ese invento, cómo la luz se para sorprendida para mirar el iris y mi vista me dice que estoy en el camino de la gloria cuando miro los árboles cediendo los últimos impulsos de la vida. El sol dora las horas de la tarde, y me protege a mí que sigo cuadriculando los metros de mi plaza, con mi carrito al lado, con mi paciencia a cuestas, muy dañada, viendo cómo la vida se desgasta, y yo la veo pasar, y ella me mira, y me habla, y se ríe, y me trastorna. Y, al declinar el día, se va diciendo adiós por el hondo perfil del horizonte. Desde lo alto del Castañar se ven las sierras claras y los valles oscuros. Allí, entre los castaños, se fragua una batalla en la que las bombas, en forma de castañas maduradas, se desploma contra el suelo y se ofrece sin treguas a la tierra.

Después llega la noche, se alargan más las horas, se pierde uno en sus senos, se asoma sin querer a la terraza y observa que la lluvia se ha sumado a la fiesta y aroma de humedades el piso de las calles.

Por el medio, las vidas que transitan en varias direcciones. La mía, que contempla, como un perdido jefe de estación, cómo parten los trenes y cómo llegan otros; la de mi madre, que sigue transitando por sus mundos en una caminata interminable; la de Miguel Ángel y Merce (y su futuro, un pequeño vagón de cinco estrellas), que hoy han venido a vernos.

De nuevo ante otra noche que puede mantenerme en duermevela. Veremos qué sucede. Yo estoy muerto de ti, vida que pasas. Déjame ver más lejos, hacia otro día más amplio y más diáfano, que no me dé sus horas tan tasadas y me ofrezca su luz hasta anegarme.

jueves, 16 de octubre de 2008

EL HIJO QUE NO ES DE DIOS

Hoy, en lugar de ser intertextual, sencillamente me apropio de un texto que pico y copio aquí. Lo hago como homenaje a quien lo ha escrito y porque suscribo plenamente sus tesis principales.

En un hospital de Sevilla ha nacido un niño, concebido como con el añadido de que, además podía curar a su hermano de una enfermedad rara. La jerarquía eclesiástica, como siempre, con el grito en el cielo. La prensa de Salamanca es sencillamente infumable y de estercolero, pero en El Adelanto ha aparecido este artículo firmado por Nacho G. Gas. No sé cuál es su situación laboral pero no le arriendo las ganancias. En todo caso, mis felicitaciones para él.


EL HIJO QUE NO ES DE DIOS
A los obispos les pasa como a don Quijote con las novelas de caballerías: de tanto leer la palabra de Dios, terminan por ver gigantes donde solo hay molinos. La penúltima locura tiene que ver con su oposición a que venga al mundo un niño con poderes para curar a su hermano, condenado a muerte por una enfermedad diabólica. ¿Les suena el argumento? De hecho, la única diferencia entre Javier, de Sevilla,, y Jesús, de Nazaret, es que la historia del nuestro va de ciencia y la del suyo, de ciencia ficción.

Decimos del nuestro porque este bebé es hijo del Hombre, así, con mayúscula, que bien lo merece la decisión de ver más allá de sus narices; y decimos del suyo porque aquel es hijo de Dios, del tiquismiquis que lleva dos mil años sacándonos peros y diciendo no a todo menos al cepillo.

El bebé de Javier y Sonsoles es un milagro de la fe en nosotros mismos. En cambio, el bebé del Papa Ratzinger es solo un spot, o como decía el otro, un invento de la Metro Goldwyn Mayer.

A la Iglesia no le gusta la ciencia por lo mismo que a mi abuela no le gusta la de la fabada, porque le quita méritos, o sea, clientes. Por eso, cada vez que el pequeño Javier respira, el contable vaticano se asfixia un poco más; o dicho de otra manera, cada vez que un laboratorio descubre algo, la Biblia pierde una hoja.
Celebremos el nacimiento de Javier y la resurrección de su hermanito dando las gracias a la Ley de Reproducción Humana Asistida, aprobada hace dos años a pesar de los votos en contra de los señores píos del Partido Popular, que prefieren ver morir a sus hijos antes que aguantar la bronca del cura y el voto de castigo de los Carlos Jesuses del Opus Dei. Seguro que habría menos bancos vacíos en el templo si los cardenales, en vez de santificar a tipos como Escribá de Balaguer, elevaran a los altares al doctor Fleming y compañía.

Por cierto, que el hospital sevillano donde el equipo del doctor Guillermo Antiñolo obró el milagro se llame Virgen del Rocío es el colmo de la contradicción, aunque suponemos que Rouco, con lo serio que es, ya habrá dado orden de que se quite tan venerable denominación a ese centro del pecado. De hecho, si los católicos fueran consecuentes, tendrían que manifestarse para que se cambie el nombre a los muchos hospitales de este país bautizados como San tal o Virgen del cual, porque allí, ay, se practican a diario técnicas contrarias a la ley de Dios. Es más, la Conferencia Episcopal debería suprimir la oferta de servicios espirituales a familiares y enfermos en todos aquellos centros sanitarios que no comulguen con las ruedas de molino que por brazos de gigantes nos venden los obispos.

Benditos sean los laboratorios de la verdad, porque a golpe de microscopio les están desmontando el chiringuito, y benditas sean las crisis de fe que no tienen remedio. Como dijo no sé quién: “No hay más Dios que el ser humano / ni más cielo que esta Tierra. / La fe solo es una mano / revolviendo en tu cartera”.


Me rechinan los ripios finales pero lo firmo todo de la hoz a la coz. Este tío me ha robado el artículo: me gustaría haberlo escrito yo mismo. Y, por si fuera poco, es que, además, está bien escrito. Lo dicho, enhorabuena. Y a pensar.

CADA DÍA DESCREO DE MÁS COSAS

Me encuentro con los padres de algunos de mis alumnos en una reunión que se celebra siempre cuando el curso está ya en marcha. Y otra vez reverdece el valor y la situación del mundo de la enseñanza y de la educación.

Cada día descreo de más cosas y de más estamentos, me encierro en mí mismo y en mis actividades y preocupaciones personales y participo menos en muchos de los asuntos en los que me gustaría decir y apuntar opiniones. Ni siquiera en este foro me atrevo a abrir variantes. Solo constato que sigue siendo un mundo apasionante, que buena parte de la salvación social está en el buen desarrollo de la enseñanza y no en la crisis financiera, que en ese mundo, y solo en ese, es en el que se puede enseñar al ser humano a pensar y no a devorar en su propio beneficio, que la sociedad se la juega según aplique un modelo educativo u otro, que todos los estamentos tienen y tenemos culpa en lo bueno y en lo malo, que hay docentes a los que parece que en las comidas, o tal vez ya en el desayuno, les echan bebidas subidas de alcohol según las sandeces que predican y los derechos que exigen, que trabajar en el aula es oponerse radicalmente a casi todo lo que se promociona de puertas para afuera, que resistir en el tajo no resulta tan fácil, que la educación y la administración cada día se pegan más fuerte la una a la otra, que todo sigue girando en torno del sentido común y de la buena voluntad, que sobra casi todo en contenidos y en burocracia, que da igual social y económicamente trabajar bien o no dar un palo al agua, que… No tengo ganas de seguir.

Allí se juntaron unos cuantos padres, con un montón de preocupaciones al hombro, con el futuro incierto de sus hijos, sin saber cómo sortear todos los obstáculos que la sociedad les plantea, con todo el egoísmo seguramente también acompañándoles, perdidos ante tanta burocracia, ajenos en gran parte a lo que les transmiten a sus hijos. ¡A sus propios hijos! ¡De sus propios impuestos! ¿Por qué los profesores nos ponemos gallitos si somos la última sardina de la banasta? ¿Por qué, si simplemente somos unos trabajadores a tiempo parcial que dependemos de un material sensible y de un contrato con la sociedad que nos paga? Pero ¿quiénes nos hemos creído? No quiero seguir por esta senda. Tan alejado me hallo que cada día suspiro por la fórmula que me retire a mis cuarteles de invierno.

Pero como no soy del benemérito cuerpo ni de las patrióticas fuerzas de no se sabe qué cosa pues ahí seguimos. Vale.

martes, 14 de octubre de 2008

LA NOCHE NO APUNTA BUENOS MODOS

Después de tres días de fiesta, que en estos últimos meses se me hacen interminables, vuelvo a la monotonía de las horas de clase y de las horas de casa. En plena vorágine económica, con todo el mundo en crisis, con mi ánimo pendiente y apuntando siempre en la misma dirección, van corriendo los días de este mes de octubre. Y es otra vez el tiempo, el atmosférico, esa cosa tan sosa y anodina, lo que me da la vida y un respiro para volver un rato hasta la calle, con el carrito a cuestas, bordeando la plaza o cruzándola por el medio, en vueltas sempiternas. Me conozco ya casi las arenas, el número de grietas, las manchas color negro de los chicles, las zonas arrugadas, los desniveles varios y la línea del sol a cualquier hora de la tarde que va de cuatro a cinco. Y sé también el tono del aire en cada esquina, la voz de queja que utiliza mi madre en cuanto se mueve cualquier brizna de viento y, en fin, hasta el momento en el que llega puntualmente el vendedor de dulces con su furgoneta blanca.

No tengo muchas más posibilidades de pensar en robarles a los días algún momento preñado del silencio, alguna sugerencia que me anime a violar las consignas de la vida y a crearme un espacio diferente. Pero me vengaré. No sé cómo ni cuándo, pero me vengaré y haré para mí solo un día largo, un día casi eterno, sin horarios ni luces, sin mandatos ni encargos.

Supongo que estoy cansado, eso es todo. Y mi madre no apunta buenos modos esta noche pues anda ya llamando y no se calla. Me voy a estar con ella. A ver si le puedo robar a la noche algún rato de sueño. Que haya suerte.

lunes, 13 de octubre de 2008

NO BUSCO NADA EN ÉL

El instinto y la querencia me llevan muchas veces al Quijote. Lo visito y me engolfo en él como si cada vez me diera de comer manjar distinto. No busco nada en él, solo me embarco y me dejo llevar. Siempre resulta sabrosa su lectura. Hoy he andado menudeando en los primeros capítulos y he pensado que alguna vez tendría que hacer lo mismo que los allegados del caballero realizan con su librería.

El héroe (más bien el antihéroe) se había vuelto tarumba con una colección de poco más de cien volúmenes, casi todos libros de caballerías, novelas pastoriles y poesía épica. Yo, si fuera por cantidad, me tendría que haber vuelto tarumba y medio y haber perdido el juicio demasiadas veces.

Necesito un espacio para guardar mis libros, necesito pensar en todo lo que puedo leer en internet o en otros formatos, necesito saber que hay que expurgar y seleccionar para que quede lo que realmente me haya aportado algo importante. Necesito saber también que hay que pausar las lecturas. A lo largo de los años, mi colección se ha ido concentrando en textos poéticos, en detrimento de los textos que hacían referencia a la filología. Acaso porque me fue interesando cada vez un poco menos la formación del instrumento y un poco más las melodías que con él se pueden ejecutar y gustar.

Del almacén de LFComendador, siempre tan generoso conmigo (muchas gracias, colega), incorporo hoy mismo cinco volúmenes de creación poética y una novela. No sé dónde colocarlos: no me caben. Desde mi ventana puedo lanzar directamente libros a la plaza; desde mi terraza los puedo mandar al campo. En cualquier sitio puedo encender una hoguera y calentarme a ella. Nunca lo haría, como el cura y el barbero, por despreciar un libro sino sencillamente por seleccionar y hacerme un espacio real y manejable.

Siempre fue más importante leer que poseer. No me quejo de mis años de lectura, aunque voy retardando mis esfuerzos y dándole más tiempo a cada texto. Todavía tengo la fea costumbre de leerlos y de sacar de ellos algún sorbo sabroso.
Cuando, en la librería de don Quijote, les tocó el turno a los libros de poesía, los censores, trasuntos de Cervantes, se mostraron amables: “Esos no merecen ser quemados, como los demás, porque no hacen ni harán el daño que los de caballerías han hecho, que son libros de entretenimiento sin perjuicio de tercero.” Pues sea y, aunque habría mucho que matizar, dejémoslo estar.

domingo, 12 de octubre de 2008

PATRIOTERISMOS

¿Por qué no puedo abrir mis carnes y dar al viento todo lo que guardo? No estoy en condiciones. Será que soy cobarde. Supongo que diría demasiadas barbaridades que no encajarían en una perspectiva un poco más pausada.

Lo cierto es que la presencia de mi madre, y sobre todo su situación, me convocan espíritus de rebeldía que afectan a demasiados principios y a demasiadas personas, me aseguran verdades demasiado evidentes y con ellas mi ánimo se sitúa en coordenadas que no quiero explotar hasta sus últimas consecuencias. Voy a seguir mordiéndome la lengua, a guardar un silencio pudoroso y a esperar otros días más serenos.

Como sucedáneo me refugio en otros asuntos que no siempre me agradan ni me llaman del todo, pero que están ahí y también forman parte de mi vida, que me arruinan o me salvan ese minuto al que aspiro cada día. Así que voy a ello.

Califica el señor Rajoy de “coñazo” el desfile de las fuerzas armadas y el malestar que le supone tener que acudir a él. Vaya por Dios, el alguacil alguacilado, el patriotismo de pandereta, la fuerza por la boca y el renuncio más infantil, el cazador cazado. Naturalmente que es un coñazo para muchos esta demostración de fuerza inútil y antañona. Para mí desde luego, a pesar de las fanfarrias, de la música animosa y del colorido del cuadro. Y, sin embargo, al hilo de la noticia, he dedicado un rato a ver por televisión ese desfile. ¿Qué quieren demostrar estos señores, que saben matar mucho? ¿A quién quieren matar si eso solo lo hacen los asesinos y se les lleva a la cárcel? Por la avenida desfilaban mozos engolados que miraban hacia arriba como perdonando la vida a todo el que los viera, y hacían como que corrían los legionarios con un cordero al lado. ¿Adónde iban tan deprisa? ¿Acaso les habían llamado para cubrir alguna urgencia? ¿Les habían llamado para tomar el rancho y tenían hambre? ¿Por qué todos levantaban las manos como espantando moscas? Eso es mejor hacerlo con espray: resulta más eficaz. ¿Y todos los caballos ensuciando el paseo? Alguno de los que montaba en ellos seguro que, con mis impuestos, todo lo que habrá hecho en el año es enseñar al caballo a hacer molinetes sobre el asfalto. ¿Y es eso patriotismo? ¿Por qué tanto ridículo? ¿No será más cierto que a casi todos se les va fuerza en ver la forma más breve de ascender en la escala para cobrar más, trabajar menos y mandar aún más? ¿Por qué si son tan patriotas se jubilan tan pronto? ¿Por qué no renuncian a los dineros que suponen las medallas? ¿Por qué se erigen en salvadores y defensores de los demás? A mí que me dejen en paz, que yo me salvo solo, y ya me enrolaré en milicias si algún imbécil me ataca y me molesta. ¿Por qué no se celebra mi trabajo que anda cada día intentando a enseñar a pensar a las personas en lugar de a matar? ¿Por qué las autoridades no me condecoran ni me aumentan el sueldo cada vez que hago algo y a ellos sí? ¿No se dan cuenta de que ellos son todos patriotas y yo no, y por ello necesito más estímulos? ¿Por qué el alcalde de mi pueblo -y los de todos los demás- pierden el trasero ante las fuerzas de orden público, acuden a sus fiestas, les dan lugar de honor y los alaban y a mí no me hacen ni caso? Yo también dedico esfuerzos en salvar a mi patria a través de la enseñanza. Ellos lo hacen con pistolas, yo con la palabra y la razón. ¿Por qué tanta pantomima y tanta mentira? Y tengo que reconocer que siguen cosechando mucho apoyo: sus cuerpos son beneméritos, gloriosos y no sé cuántas cosas más; el mío no tiene nombre que yo sepa.

Así que, señor Rajoy, aunque usted no tenga derecho a ser tan hipócrita, para mí sí es un coñazo esto de las fuerzas armadas, lo son sus estructuras de ordeno y mando, con las que se enseña a obedecer pero no a pensar, a degradarse como ser humano en lugar de a engrandecerse con el razonamiento, lo son tantas prebendas como, al amparo del falso patriotismo se llevan sus componentes, lo son tanta bobada como hay escondida en estos aspavientos. No sé qué pensarán los militares con cabeza y sensatez, que los habrá, como en todos los sitios, aunque la estructura no invite precisamente a ello. Me gustaría saberlo.
Frente a este mundo oscuro, este país vive sangría continua de los del otro lado, de los que parece que solo se divierten quitándole cacho a los restantes de la comunidad. Son los nacionalismos, por supuesto. Muy difícil entonces este invento, a veces, muchas veces, imposible. “De todas las historias de la Historia, la más triste, sin duda, es la de España…”

viernes, 10 de octubre de 2008

TENEMOS LA PALABRA

¿Por qué no soy consciente del bendito regalo que me ofrece la palabra? Reparo en los sistemas de comunicación, en todas las ventajas que se ofrecen al hombre, en todo lo que avanza para ponerse en contacto. Qué maravilla todo.

Pero también me paro a contemplar la magia de cualquier colmena, la lentitud pausada de cualquier hormiguero, el canto celestial de las ballenas. Y me pregunto de dónde puede proceder tanta perfección, cuántos siglos se necesitan para sentir como normal tanto milagro. Alguien ha dicho que si las abejas desaparecieran nosotros no podríamos vivir en este planeta. Yo lo creo y lo afirmo con la misma certeza. Zumban, bailan, se mueven, se ponen a la cola, colaboran en su mundo mágico, se animan y se anulan, se entregan sin reservas a su tarea salvífica, extienden vida y alma por todos los rincones.

Y, sin embargo, pienso en la envidia que sentirían si pudieran presenciar sencillamente un saludo entre dos seres humanos, un simple buenos-días, que encierra tantas cosas, que anima a conversar, que abre puertas a todo, que estimula los sanos intercambios, que hace que todo sea un gran milagro. Tan solo con dos simples palabras. No pueden las abejas asomarse a la lógica ni explicar el perfil de la belleza, tampoco son capaces de dar cuenta articulada de ningún sentimiento. Y son maravillosas, nos quedamos sin habla, extasiados, al verlas trabajar en sus colmenas.
Yo tengo el don sabroso, el vendaval feliz de la palabra, soy un pequeño dios, hago milagros cada vez que articulo un pensamiento y lo cifro en un código lingüístico.

Estos sí son milagros y no Lourdes ni Fátima. Es tan cierto y hermoso lo que dijo el poeta: “Nos queda la palabra”. Quizá en más positivo: Tenemos la palabra.

jueves, 9 de octubre de 2008

LA VIDA ES UN SEMÁFORO EN ROJO

A las ocho deprisa y a las nueve corriendo. Por el medio un recital poético en el Cervantes de tres poetas hispanoamericanos. Qué osadía desde la concejalía de cultura la de programar esta actividad en lugar tan lujoso, en tarde tan desapacible y en época otoñal. Pues hay que aplaudir por la osadía, por lanzarse a los ruedos a ver qué pasa en ellos, por proclamar que hay cosas que existen por ahí fuera, a pesar de todos los pesares.
Miguel Aguilar Carrillo (Méjico), Juan Cameron (Chile) y Sonia Luz Carrillo (Perú) se subieron arriba y recitaron sus poemas. Nos trajeron a las treinta personas que nos sentábamos en las butacas aires frescos de otras tierras en forma de sonidos, de entonaciones y de temas. Cada uno a su aire, cada cual a su forma, todos desde el poder de la poesía como arma para descargar una visión del mundo siempre original y única. De Miguel Aguilar Carrillo había leído ayer mismo su “Muchacha en la playa”, muy sugerente en imágenes, muy visual y sensitiva. Con San Juan al fondo, con el intento del nivel de la contemplación como objetivo último: “No te dijeron las casi transparentes / e inmaculadas que es pecado / pervertir la luz entera y el aire / con tu aroma a cada paso / a cada vuelo de tu muslo / y ondulante cadera y cintura y pechos y clavículas / profundas?”. Bastante menos me interesa su libro “Laberinto del cuerpo” pero eso poco importa. Y me acercó a otros temas inmediatos Juan Cameron, con su actitud rebelde y su entrega sin pausa, con la presencia de temas más sociales.

Lo he dicho en otras ocasiones, el acceso a la poesía se hace por registros infinitos, aunque no todo vale ni se encuentra a la altura del nivel de la poesía. Hoy estos poetas me trajeron aromas de otros sitios que yo recojo al vuelo de estas líneas.

Y decía en un verso Miguel Aguilar Carrillo algo así: “La vida es un semáforo en rojo”. Acaso está en lo cierto. La vida es un pecado de lesa religión. Siempre prohibiendo cosas, alentando el miedo y el espanto, gritando al respetable sin descanso para que no se mueva ni se altere, para que acepte siempre las verdades impuestas por los sátrapas, para que no investigue, para que no se harte del árbol de la ciencia ni coma la manzana de la sabiduría, para que los pudientes sigan siempre pudiendo, para que no nos lastren con verdades amargas, para que no miremos la piel de nuestro cuerpo y aprendamos con ella lo hermoso y lo inmediato de la vida, para que no elevemos al cielo la protesta, para que no, para que no, para que no.

Menos mal que hay semáforos en verde, aunque sea poco rato, hasta que llega el ámbar y vuelve a acojonarnos porque se anuncia el rojo nuevamente. No se puede robar ni al poderoso, no se puede pensar: es peligroso, no se puede gozar: hay que dejarlo para mejores mundos, cuidado con salirte de la ruta, peligro si se rompen los horarios, imaginarte tuyo por un tiempo y convertirte en un dios menor es un pecado que se castiga con el dolor eterno: quisiste ser como Dios y te aguarda la lucha del día de Armagedón.

Me quedo con los versos de Gabriel Zaid que encabezan el libro de Carrillo: “Así surges del agua, / clarísima, / y tus largos cabellos son del mar todavía”. Pues eso.

miércoles, 8 de octubre de 2008

SON MIS OJOS

Me gustaría saber qué dicen los gurús de la economía en estos tiempos, los sátrapas del templo y de la bolsa, los maestros iniciadores en las prácticas del dinero, los monaguillos del liberalismo. Leo que el Gobierno inglés prácticamente ha nacionalizado la banca. No hace más que seguir el camino iniciado por las Astados Unidos (sé lo que he escrito). Hace treinta años esto no se le habría ocurrido ni a Stalin si hubiera vivido. Qué tiempos, qué cosas, “o tempora, o mores”. ¿Dónde andan escondidos los que se creían dueños de la piedra filosofal? ¿Dónde los mejores alquimistas? ¿En qué lugar los mejores hacedores de las catedrales urbanísticas?

Alguien tiene que repensar todo esto. Me temo que al final nos servirán los remiendos y volveremos a las andadas, después de haber sobado bien las espaldas de los más débiles. En aquel momento se les devolverán los mandos a los mismos y otra vez a andar el camino con los mismos perros. Y lo peor es que, en estos momentos, o hay revolución, o es peor el remedio que la enfermedad. Tales son las dimensiones del elefante dinerario, que conviene que se le ofrezcan sacrificios humanos para que la bestia se temple y descanse un poco. A ver si se aprendiera que, aunque solo sea por el número de seres creciente en el planeta, no se puede dejar su supervivencia al amparo de pocas voluntades poderosas. No soy economista pero aspiro al nivel del sentido común. Esto ya no puede seguir siendo lo mismo. Son demasiado evidentes los fallos del sistema.


Son mis ojos vehículos hermosos que me llevan desde el cuerpo a la vida y que me traen la vida hasta mi cuerpo. Desde la piel me salen los suspiros que el viento esparce por donde se le antoja. Y en el aire se juntan con otras sensaciones que tienen otro origen. Y todos se aglomeran y se funden en un espacio intenso que se marcha para dar cara al cielo y a la tierra, a las gentes que pueblan las aceras, a ti tal vez que ejerces la atracción irresistible de lo que hay en mi piel y más adentro, de todo lo que sale del fondo de mis huesos, del centro de mi médula que ha escrito, acaso fugazmente, un canto para ti. Recíbelo y entiéndelo distinto entre las otras cosas.

martes, 7 de octubre de 2008

ANHELO EN ESTOS DÍAS EL SILENCIO

Estoy aprendiendo a medir los ruidos, el tono de la voz, los intervalos entre un sonido y otro, lo hermoso del silencio por contraste, la lucidez de la armonía, el ritmo acompasado… Y no estudio música ni por las mañanas ni por las tardes. Tampoco por las noches, aunque a veces pudiera parecerlo. Siempre me han agradado los contrastes, también los que van del sonido al silencio, los que alejan serenamente la preocupación y olvidan a la mente para seguir su curso como si estuvieran solos, sin molestar a nadie, los que ajustan su vida y su presencia a lo normal del mundo, y pasan como pasan las cosas en medio del barullo, sin ser notadas.

Anhelo en estos días el silencio, el silencio de la tranquilidad, el silencio que asegura serenidad y no desasosiego, el silencio que me permite sumergirme en la paz y el abandono, aunque sea por un rato, el silencio que me anima a llevar con paciencia los ratos de excitación y exceso verborreico. Me gustan los contrastes pero pido el silencio en estos días lentos.

Al menos el paisaje me ha traído la lluvia, me ha llenado de verdes que oscurecen y de ocres que dibujan el otoño, de niebla en la ladera y de paraguas que pueblan estas calles. He salido al espacio y he paseado calle Mayor arriba. Los comercios siguen vacíos en estos días de crisis que ya se hacen eternos. Se ha limpiado la atmósfera. He respirado el aire humedecido.

Y sigo junto al ritmo de mi madre, que pregunta en pequeños paréntesis por otros días lejanos y hace vibrar centellas que se alejan velocísimas hacia el infinito. Hoy es siete de octubre y aquí estamos.

lunes, 6 de octubre de 2008

PARA SALIR AL AIRE

Me sigo aprovechando de los ratitos libres que me dejan para salir al aire. Y sigo comprobando que no son ratos libres pues mi pensamiento no cambia de registro. Me sigo empeñando en hacer esos ratos de otro modo, sin sentir que lo mejor sería dar con ellos continuidad a la vida e integrar en su cauce lo que es inevitable. Sé bien de lo que hablo porque hablo sobre todo para mí. Pero así son las cosas por ahora.
He subido esta tarde hasta el Castañar y desde allí he mirado la faz del horizonte. Béjar bullía en su cerro y la luz alumbraba los Picos, la llanura y la otra sierra hermana llamada de Francia. Estas tardes serenas y luminosas del otoño bejarano me gustan como nada. La luz es intensísima, diáfana, transparente. Las sombras son más sombras por contraste y todo se dibuja en un cuadro hermosísimo. Me gusta pasear por la ladera, a la sombra feliz de los castaños. Ya hay gente que se afana en golpear con saña las ramas de estos árboles en busca de sus frutos, cuando aún falta un mes para que estén sazonados y a punto. La salvación sigue estando en la alfabetización.

Nena y yo dialogamos siempre dando vueltas a los mismos temas, esos que nos ocupan tanto en estas fechas. Y le damos vueltas a la vida, y arreglamos el mundo, y hacemos paradiña en el camino, y nos damos una tregua, e intercambiamos ánimos, y hacemos esos ratos más serenos.

Porque aparte de mis preocupaciones absorbentes, me sigue pareciendo la imagen del mundo muy manifiestamente mejorable. Y huyo de su tráfago y sus luchas, me escondo de sus cantos de sirenas, miro y me desanimo en muchas cosas, salgo a su encuentro y enseguida me vuelvo a mis refugios, me escondo en pocas cosas, tal vez en mí mismo y me basta. Ahora además me gana más el tiempo y no me da ni tregua a mirarme al espejo. Por eso tal vez ni siquiera me desnude ni me busque tanto como debería hacerlo. En fin, así es la vida. Démosle tiempo al tiempo.

domingo, 5 de octubre de 2008

PARA ADORNAR EL CUENTO

Apuro un breve rato para echar una mirada a los periódicos desde la ventana de mi ordenador. Tan flojeras me encuentro que poco más me queda en la chistera. Por medio de ellos me entero de lo que pasa por ahí fuera y me mantengo al filo de los días, viendo pasar el tiempo. En uno de ellos leo un artículo que habla de la publicación de un libro en castellano. No recuerdo el título ahora mismo. Lo que me importa es el asunto que trata. Tiene que ver con algo repetitivo en el mundo de las letras: la erudición y la cita falsa. Me apasiona.

Conozco a gente que no para de dar nombres de autores y de obras y, cuando echo cuentas, me doy cuenta de que sencillamente es imposible que esas lecturas se hayan producido, por tiempo y por ganas. Porque muchos de esos exhibicionistas confiesan en privado -a veces lo hacen incluso en público- que les cuesta llegar al fin de las páginas. Para adornar más el cuento, conviene que las citas sean de autores y obras escritas en otros idiomas, inglés y francés sobre todo, que es lo que mejor luce. Así, si uno se deja seducir, termina por quedarse turulato ante tanto conocimiento y ante tanto almacén de lecturas.

Leer parece algo estupendo, pero ni siquiera eso hay que santificarlo. Hay gente que no lee y tiene pensamiento, y criterio, y personalidad, y buen coco, y bondad, y sabe buscarle vueltas a la vida. Aquel que no lee sencillamente eso que se pierde. Hasta se pueden citar autores fantásticos de escasas lecturas. ¿Alguno puede pensar que San Juan de la Cruz se pasaba el día leyendo poesía? ¿Cuánto leería Cervantes? Yo le echaría una apuesta y creo que le ganaría ampliamente.

¿Por qué es tan frecuente esa presunción de lecturas y de influencias entre los creadores literarios? Sería bueno desmitificar un poco todo para situarse en un terreno cómodo y comprensible. Pero es que, si le quitamos la mitificación a ese mundo, tal vez se nos caigan los palos del sombrajo, se nos arruinen muchas subvenciones públicas y hasta termine por peligrar el trabajo de algunos que nos dedicamos a este mundillo desde el campo de la enseñanza. Que me lo dijo un día un amigo: no empujes a la expulsión de los curas de los centros de enseñanza por tratar temas irracionales, que tal vez los próximos seáis vosotros, los que dedicáis tiempo a los asuntos literarios, casi tan esotéricos como los otros. Un poco exagerado tal vez, pero no lo echo en saco roto. Cuánto castillo en el aire, cuánta retroalimentación, cuánto apoyo entre unos y otros, cuánta tormenta en vasos de agua.
Mientras tanto, las páginas siguen esperando. Muchas de la parte de acá de la orilla; quiero decir escritas por personas muy próximas a nosotros. Aunque no sean figurones ni formen parte del aparato de las subvenciones. Que pagamos entre todos, por cierto.

Y NO SOLO UN MINUTO

Creo que sí he salvado el día, y no solo un momento. Lo salvé esta mañana de camino hacia el escondido pueblo de Montemayor, por el valle que riega el Cuerpo de Hombre cuando ya se remansa buscando tierras extremeñas. Hoy apareció Mayca (no sé si lo escribo bien) con su coche y su sonrisa, y yo le puse cara, bella cara, a una de mis lectoras. Creo que se va a aficionar a venir con nosotros y tiempo habrá de medir sus palabras y sus gestos. A mí me ha causado una impresión muy positiva, adivino en ella sensibilidad y ganas de sacarle a la vida un buen partido. Bienvenida a la panda, Mayca. Con ella, con Manolo y con Jesús, le dimos esquinazo a la sombra que dominaba la ladera norte y nos fuimos tomando el sol carretera adelante, soltando las palabras, paseando la vista, reconociendo vacas en los prados junto al río, saboreando el rumor de la corriente, sintiéndonos hundidos en lo más profundo del valle, lejos del cielo y pegados al suelo.

Estaba la mañana fresca pero se fue poniendo tibia a medida que hollábamos la carretera y el sol se ponía en lo más alto, como dando fe de su apabullante presencia. Las vacas se agrupaban en los prados, con sus caras monótonas y siempre a ras de tierra. Algún ganadero esparcía hierba para que comieran plácidamente al amparo del sol de la mañana.

El pueblo estaba limpio y en silencio. En la plaza mayor un hombre anciano se nos vino de frente. “¿Cuántos años, buen hombre?” “Y cuatro los que caigan. Noventa y cuatro”. Venía de comprar el pan y se quejaba de sus piernas, pero apuntaba con orgullo a su cabeza como afirmando que se mantenía en forma y dispuesto a no dejarse vencer muy fácilmente.

Junto al río comimos y bebimos, escuchamos el sonido del agua, camino siempre del mar, recordamos lo hermoso del paisaje y de la buena compañía, y nos sentimos satisfechos del viaje.

La vuelta fue un paseo bajo un arco continuo de sombra en el camino. Hasta el Puente de la Malena. Demasiado festejo adobado de palabras, de sonidos y de colores. Un lujo de paisaje. Una hemorragia de satisfacción, Manolo. Un joven peregrino pasó junto a nosotros. Venía de Sevilla y su fe lo llevaba camino de Santiago. Que tenga buen viaje.

La tarde ha sido toda para mi madre y para mi hermana, que ha venido a hacerle una visita y que se ha quedado con los ojos como platos comprobando los adelantos que hemos conseguido. Todo ha sido estupendo, salvo el final del día. Mi madre, ya cansada por no dormir ni un rato, ha vuelto a su mundo y me ha robado un poco de tranquilidad. Pero ahora duerme. Yo la miro contento y ahí la dejo en su cama.

viernes, 3 de octubre de 2008

UN MINUTO QUE SE SALVE DE LA QUEMA

Existen muchos días de los que me resulta muy difícil hacer emerger un minuto que se salve de la quema. Hoy tal vez es uno de ellos. Ayer sucedió otro tanto. Me encuentro demasiado concentrado en dos actividades que casi me obsesionan y que me dejan la mente en un blanco casi inmaculado. Podría refugiarme en asuntos de tipo externo y social. Al fin y al cabo, todo me atañe y –ya lo he dicho alguna vez- nihil mihi alienum puto; pero cada día huyo más de todo lo que anda por ahí y me siento menos cerca de las relaciones que se entienden como políticamente correctas. Qué podría yo decir de las crisis liberales al uso, del hazmerreír de ese país ejemplo de los ejemplos, del papanatismo de todos los demás pensando en él, de lo escondidos que andan los gurús que han promocionado todo esto, que no dan la cara ni pagan por nada, de…
Así que miro atrás, a este día, ya tres de octubre, y se me marcha en casi nada. Si acaso en comprobar cómo mi madre cada día incorpora un nuevo hecho que la aproxima por momentos a la vida real, a aquella que fue en otro tiempo y que ahora revive por momentos y en forma de instantes pasajeros. No me hago ilusiones porque sé que hay cosas que no volverán nunca, pero me ilusiona pensar cómo llegó hasta nosotros y cómo se encuentra en estos momentos. Su mente recupera durante algunos instantes recuerdos fugaces de personas que se habían alejado totalmente de su pensamiento. Y todo tiene su contrapartida pues, cuanto más recupera, más consciente es de su situación, y más sufre en esos instantes.
No me quedan más fuerzas para iniciar proyectos ni desarrollar ideas por pequeñas que estas sean. Se me marchan los días y las noches, algunas de blanco en blanco y algunos de turbio en turbio. Qué experiencia tan honda la de estos meses, la de cada día, la de cada hora. Mañana será otro día y en él también tendré que salvar algún momento de la quema.

miércoles, 1 de octubre de 2008

ME JODEN ESTOS ESTEREOTIPOS

Una de las tareas más complejas con las que se encuentra un educador es la de seleccionar lecturas para sus alumnos. Al fin y al cabo, el último objetivo sigue siendo aquel viejo binomio de aprender a leer y a escribir. Ojo, y esto se produce en todos los niveles. Entre otras cosas porque prácticamente nadie sabe realmente leer y escribir bien. Es como saber preparar el molde para que después se produzcan en él los vaciados son rapidez y precisión.

El trabajo con adolescentes impone además esta ocupación como una de las esenciales. Poco necesitaba yo para dar razón a esta verdad y para aplicarme a ella. Pero sigo sin tener un criterio claro para la elección de libros. Y la consecuencia es que lo que me parece que va a “funcionar” positivamente se cae por el suelo, y aquello en lo que no confío obtiene resultados espectaculares. Y la elección del mismo libro resulta acertada en una ocasión y desacertada en la siguiente.
Las editoriales ya se encargan de ajustar la publicación de libros a las edades y características de estos adolescentes. Pero yo creo que, con frecuencia, lo hacen desde una escala de valores equivocada y que en nada contribuye al progreso de la educación. Y casi todos los escritores se prestan a desarrollar el esquema que se les solicita. Tienen disculpa: se juegan las pelas. El esquema tipo es el de unos adolescentes protagonistas que tienen como horizonte enfrentarse con sus progenitores, mirar de reojo a sus profesores, tratar de enfrentarse a ellos como si fueran sus enemigos, saltarse el trabajo de las asignaturas porque de ellas lo único que realmente les interesa es el aprobado, y erigirse en líderes de su pandilla de amigos. ¿Por qué los padres tienen que aparecer casi siempre como ogros y no como personas con virtudes y defectos pero preocupados por la educación de sus hijos? ¿Por qué los profesores siempre son también enemigos de sus alumnos? ¿Por qué? Es verdad que la adolescencia y la juventud son etapas de afirmación de la personalidad y de cierto rechazo precisamente de los que tenemos más próximos, pero no entiendo por qué hay que exagerar estos rasgos hasta convertirlos en imprescindibles para la historieta que se monta el autor.

Me joden estos estereotipos porque creo que contribuyen a seguir engordando una realidad que conduce a muy poco y que tiene como fin precisamente eliminarla para conseguir otra nueva más integradora. De hecho los finales siempre conducen a reconciliaciones, a entendimientos entre padres e hijos y entre estos y profesores, a sedimentar algún amor entre los jóvenes… ¿Por qué entonces resaltar en el proceso machaconamente lo más morbosillo? No quiero libros melifluos, pero tampoco textos que arruinen la realidad, que contribuyan a seguir engordando estereotipos que valen solo para los más tontos del lugar, incluidos muchos de los escritores.

Y eso que, por encima de todo, está el hecho de que prenda en ellos el gusto por la lectura, el placer por el don de la lectura. Sea con lo que sea. Incluso con protagonistas de libros que aparentemente odian la lectura. En uno de estos textos afirma un joven: “Esa es la trampa. Hoy nos exigen que nos convirtamos en héroes, héroes de una sociedad que nos machaca, nos oprime y nos pone todo tipo de trampas. Una sociedad que nos educa para el consumo y nos lanza directamente al paro. Una sociedad donde siempre triunfan los pelotas y los que mejor engañan. Una sociedad que solo se preocupa de que las cosas sigan como están, pero que nosotros estamos dispuestos a cambiar.”

No sé si, en el fondo, no es una buena lección para el escritor.